CAPÍTULO 2: PRIMER ROCE

75 5 0
                                    

Por fin las cinco y media. La gente va saliendo de forma "ordenada" mientras nosotros limpiamos. Por suerte los años te dan experiencia y en tan solo quince minutos Milo y yo ya hemos recogido la barra. Otro día quizá me quede más rato a enseñarle mejor, pero hoy realmente quiero irme a casa cuanto antes. Me despido del equipo de limpieza que Amanda tiene contratado para limpiar después del cierre y voy directa al vestuario a por mi bolso. Ni siquiera me cambio de ropa, otra cosa que he aprendido con los años es que valoro más correr a casa y ganar 15 minutos de sueño, que perder ese tiempo cambiándome. Total, un rato más con tacones no agravará el dolor de pies que ya tengo.

Salgo por la puerta del club que da a la calle de atrás, que normalmente solo usamos los empleados, mientras busco una pastilla en el bolso para el dolor de cabeza. En cuanto ando dos minutos me doy cuenta de que me equivocaba, no aguanto los tacones ni un minuto más. Decido quitármelos y andar descalza, total, no es la primera vez que lo hago. Simplemente hay noches que los pies no dan más de si.

- ¿Cansada? -Casi me caigo cuando oigo una voz a mi lado. Estoy tan cansada que ni siquiera me he dado cuenta de que una limusina de color negro ha parado a mi lado. Me fijo bien y la voz viene de la ventanilla bajada de la limusina. Me agacho para ver bien quien hay dentro, y me llevo una sorpresa al ver dentro a mi salvador de americana negra-. ¿Te llevo?

- ¿Me estás siguiendo?

-Vaya, dónde ha quedado el trato de usted.

-Ya no estoy trabajando, no tengo que ser educada.

-Una pena, me pone más que me llames señor. -Mis ojos se abren de par en par cuando le oigo decir eso. No me creo que tenga la cara de decir que le pongo cuando ni siquiera nos conocemos. Está a punto de quitarle el puesto a baboso número uno.

-Pues buenas noches, señor. Gracias por venir y vuelva pronto. -Respondo rápido y en un tono automático intentando dar por finalizada esta conversación. Agarro mis tacones en una mano y echo a andar.

-Eh no, espera, espera. No te vayas. Yo te puedo llevar a casa.

-Lo siento señor, no me subo a coches de desconocidos. -Digo mientras camino con la limusina avanzando a mi paso.

-No soy un desconocido, te he dicho mi nombre.

-Y solo con tu nombre ya somos íntimos amigos. -De verdad que no quiero seguir con esta conversación. Intento nuevamente darme la vuelta, pero me vuelve a llamar a gritos pidiéndome que pare-. Oye, para empezar, no soy tu perro para que me llames a gritos, y segundo te agradezco la oferta, de verdad, pero solo quiero llegar a casa y dormir.

-Te llamaría por tu nombre, pero aún no me lo has dicho-. Me encojo de vergüenza cuando me doy cuenta de que tiene razón, no puede llamarme por mi nombre, porque no se lo he dicho-. Deja que te lleve, por favor.

-No te conozco. -Digo parándome en el sitio.

-Entonces déjame presentarme bien. -Hace un gesto como diciéndome que será dentro de la limusina donde se va a "presentar". -Te he dicho mi nombre, y puedes apuntar la matrícula si quieres. -Me quedo pensando durante un instante, pero finalmente el dolor de pies y la intriga me ganan. Me acerco a la ventanilla bajada y extiendo mi mano.

-Tu carnet de identidad-. Me sorprendo a mí misma aceptando, y le veo una media sonrisa mientras saca su cartera del bolsillo. Me extiende el carnet y yo le saco una foto, no sin fijarme en que tan solo es 4 años mayor que yo, aunque parezca algo más mayor por la gran complexión de su cuerpo. Se lo devuelvo y voy hasta la parte delantera del coche y le hago otra foto a la matrícula del coche para enviarle ambas a Nat con un corto mensaje: "es por si acaso, mañana te explico". Me recuerdo que mañana tendré que llamarla, no la he visto desde que Brando me prohibiera volver a la barra con ella.

TUS BRAZOS SOBRE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora