CAPÍTULO 4: CASA DE ACOGIDA

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Unos largos treinta minutos después, me estoy envolviendo en una toalla blanca de algodón. Creo que nunca me había sentado tan bien una ducha. He tenido que frotar para quitarme las manchas de café del cuerpo. Y, es más, puedo decir que se me han saltado las lágrimas cuando me estaba lavando el pelo. Me enredo el pelo en otra toalla y recojo mi ropa del suelo. Intento dejar todo lo mejor posible, no quiero dejarle la casa echa un asco después de lo mucho que me está ayudando.

Cuando salgo del baño, me paro en seco por lo que está viendo mis ojos. Esto es demasiado, ¿de dónde ha salido este hombre? Encima de la cama, hay un pantalón de chándal gris y una sudadera azul oscura perfectamente dobladas, y unos calcetines blancos, con una nota encima. Dejo mi ropa arrugada a un lado y cojo la nota.

"Póntela y búscame en la cocina"

Me ha dejado su ducha y ahora su ropa. Este hombre es demasiado bueno para ser real. Me cambio rápido y bajo las escaleras. He dejado mi ropa doblada arriba, la cogeré después. Me llevo conmigo la toalla del pelo para seguir secándomelo ya que no he visto un peine o secador y no quiero empapar el suelo. Cuando llego abajo, aunque no sé dónde está la cocina, me guío por el olor a comida y ando por los pasillos siguiendo a mi olfato. No me equivoco, y cuando llego a la cocina, Carter está de espaldas a la entrada, y al parecer, es él quien está haciendo eso que huele tan bien. Encima de estar bueno, cocina. Me va a matar. Se da la vuelta al oír mis pasos y deja a la vista el delantal que lleva encima de la camisa ¿Cómo un hombre puede estar tan sexy llevando un delantal?

-Ey, ya estás aquí. ¿Qué tal la ducha?

-No negaré que haya usado tu hidromasaje. -Como para no, es una ducha demasiado cara para desperdiciarla.

-Me alegro que te sientas algo mejor, ¿qué tal la ropa? ¿te sirve?

-Me va algo grande, pero está bien. Muchas gracias, no hacía falta.

-No te preocupes, no puedes ir todo el día con el delantal del trabajo puesto.

-No es solo eso, es la ropa, la ducha, todo lo de hoy. Muchas gracias. No sé cómo hubiera terminado hoy si no hubieras aparecido.

-Posiblemente con los monos-. No puedo evitar reírme. Creo que la broma le va a durar un tiempo. -Siéntate, me imagino que tienes hambre ¿Cómo te gusta el café? -Le hago caso y me siento en una de las butacas de la isla de la cocina.

-Solo y con azúcar-. Se da la vuelta para coger una taza y la pone en mi sitio. Me sirve café y deja el tarro del azúcar a un lado para que pueda servirme yo. Creo que estoy soñando.

- ¿Huevos? ¿O tostadas?

-Prefiero tostadas. -Asiente y me sirve dos tostadas en un plato. -No lo entiendo.

- ¿El qué?

-Tú. -Por la expresión de su cara está claro que no me he explicado bien. -A ver, está claro que un tipo como tú, que vive en una casa como esta, tendrá gente que le cocine, y sin embargo aquí estás, preparando café y tostadas, y lo que es más raro aun, no he visto a un solo empleado en todo el rato que llevamos aquí.

- ¿Soy raro porque sé hacer café? ¿Sabes que eres camarera no?

-Sabes a lo que me refiero.

-Tengo empleados, gente que hace la compra y que limpia. Pero no necesito que estén aquí 24 horas. No suelo desayunar ni comer en casa, así que no necesito que cocinen por mí, si ceno aquí, soy perfectamente capaz de prepararme yo solo la cena. Y si me toca desayunar, lo mismo. El personal de limpieza viene tres veces por semana y se ocupa de la casa, de lavar la ropa, y un jardinero viene una vez a la semana a cuidar el jardín. Que tenga dinero no significa que me guste despilfarrarlo en tener un servicio cuando apenas paso por casa-. Su explicación me deja sin palabras. Carter no es como los demás ricos que he conocido, ni de lejos. -Pero lo que si hay es seguridad todo el día. Y si no los has visto, será porque hacen bien su trabajo.

TUS BRAZOS SOBRE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora