Capitulo 03

28 3 0
                                    

se masajeó el puente de la nariz mientras escuchaba a aquella escoria
pidiendo clemencia. Zhou Cheng estaba apoyado contra la pared acariciando el filo de su machete con un dedo.
—No, por favor, yo no sabía, no sabía.
Wang Yibo acortó la distancia con el hombre y lo cogió del cuello alzándolo en el aire hasta que quedaron nariz contra nariz.
—¿Qué no sabías? ¿No sabías de qué estabas hablando?
El hombre negaba con la cabeza. Wang Yibo cerró el agarre de su mano alrededor del cuello, podía sentir cómo el aire dejaba de fluir y cómo las heridas que tenía abiertas aquel tipo sangraban más.

—Mírate, joder, lloriqueas como una niña.
El hombre intentó hablar pero la presión que ejercía el moreno sobre su cuello lo imposibilitaba.
—¿Sabes qué creo? Que tendría que matarte para que aprendierais de una jodida vez. Así tus amiguitos sabrán lo que les espera. ¿Tú qué opinas, Zhou Cheng? —preguntó girando la cabeza para mirar a su compañero.
El aludido alzó la mirada de su arma y sonrió. Una sonrisa frívola que no llegaba a dar luz a aquella negra mirada. El hombre iba rapado al cero y vestía siempre de riguroso negro. Un olor amargo golpeó el sensible olfato de Wang Yibo.

—Mierda, esta cosa se acaba de mear encima.
Lanzó al tipo contra la pared y miró que no estuviesen manchados sus pantalones. Eran nuevos y jodidamente caros.
Zhuo Cheng soltó una carcajada, guardó el machete en la funda que tenía a la altura de la cadera y se acercó hasta donde estaba el hombre tirado en el suelo.
—Pensaba que esas cosas no podían mear.
—Yo también, debe de hacer poco que le tocó la maldición, o quizás siempre han meado, la verdad es que nunca me he parado a preguntarles si tenían ganas de mear antes de matarlos.
El hombre que yacía en el suelo miraba con terror como los otros dos hablaban tan tranquilos de cómo mataban a los de su especie.
—Yo no quiero morir —lloriqueó preso del miedo
.
Wang Yibo sonrió frívolamente mientras se agachaba para estar a su altura, miró con desprecio cómo el pantalón del hombre estaba mojado y chasqueó la lengua.
—Dime quién te convirtió y lo haré rápido, te lo prometo.
El tipo dudó por unos instantes, paseó la mirada entre los dos corpulentos hombres, estaban cargados de armas y sonreían como si matarlo fuera la mejor de sus opciones. No tenía otra opción, tendría que ofrecerles algo. Intentó enfocar su mirada, la tenía turbia por la necesidad de sangre. La sed le estaba aplastando todas las defensas y hacía que sus llagas sangrasen más y que sus colmillos dolieran hasta tal punto que se planteaba arrancárselos.

—Yo… yo podría trabajar para vosotros. Traeros información.
A medida que hablaba sentía un hilo de esperanza. Aquellos dos hombres parecían alegrarse por la propuesta, se miraban el uno al otro y sonreían. El del pelo rapado asintió al otro. Eso estaba bien, él podría hablar y después le dejarían beber, beber esa dulce sangre que podía oler desde allí. Los ojos se le movían de un lado a otro, podía sentir cuatro corazones bombeando cerca, cuatro sabrosos torrentes de sangre que le calmarían el dolor.
Wang Yibo no lo dudó, clavó su Makhaira en el bajo vientre del tío. En aquel momento juró que el grito desgarrador que soltó aquella escoria era una preciosa melodía.

—Yo no hago tratos con nosferatus, dime quién te convirtió, ahora… —Terminó la frase moviendo un poco la muñeca, haciendo que el arma se adentrara más profundamente—. Dilo rápido o haré que el camino hasta tu corazón sea largo, muy largo. Wang Yibo alargó la frase arrastrando cada una de las letras, sonrió cuando el macho gruñó de dolor—. Solo dime un nombre y te apuñalaré en el pecho. El dolor desaparecerá, ya lo verás.
El moreno sacó el Makhaira despacio, disfrutando del recorrido y de los llantos de dolor que gemía el hijo de Caín.
—M… Maximus.
—Perfecto, buen chico.
Wang Yibo alzó su machete, el nosferatu cerró los ojos esperando su final pero los abrió de golpe al sentir cómo le volvían a agujerear el estómago. Gritó desesperado.

—Me lo prometiste, cabrón.
Wang Yibo paseó su arma por el estómago de este abriéndolo en canal, la sangre brotaba del hombre, sangre que olía jodidamente mal. Antes de atravesarle el corazón se paró a mirarlo, colocó una sonrisa ladeada en su cara y le guiñó el ojo antes de hablarle por última vez.
—Nunca te fíes de un daemon.
Atravesó el corazón del nosferatu. El cuerpo de este empezó a descomponerse de forma rápida. Las primeras veces que veías el proceso era sorprendente e incluso desagradable, pero para los guardianes se había convertido en una afición.

👑El último principe de Leal 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora