Capitulo 05

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Zhe Han estaba sentado en lo alto de una azotea. Disfrutaba de la sensación de ver el mundo bajo sus pies. Se sentía superior al saber que aquellos pequeños puntos que se movían allí abajo era gente indefensa que no sabía nada de la realidad.

Insignificantes humanos, ilusos que paseaban por la calle sin saber quién estaba ahí, a su acecho.
Simples bolsas de alimento sin ningún tipo de valor.
Sangre, sangre, sangre.
El aire fresco le acarició la cara, haciendo que su flequillo negro se moviera inquieto. Alargó su fina mano y tomó el rebelde mechón de pelo y lo colocó en su sitio.

A Zhen Han le gustaba estar en aquel lugar, allí podía estar tranquilo. Sin miradas que lo buscasen, sin tener que maltratar su querido olfato con sangre infectada con drogas y alcohol. Le encantaba deslizarse entre las sombras y disfrutar del paisaje sin ningún tipo de molestia.
Pero aquel día no podía estar tranquilo, sus pensamientos lo azotaban por haber estado tan cerca y no haber aprovechado la oportunidad. Lo había tenido a escasos milímetros, había saboreado su sangre y no había sido capaz de llevarlo con él.

Los guardianes habían estado cerca de pillarlo desprevenido. Aquella gota de sangre lo había trastornado. Nunca antes había probado nada tan puro. Todavía podía saborearlo, su cuerpo entero se alteraba con aquel recuerdo y sus papilas gustativas segregaban saliva, impacientes por volver a tomar un aperitivo como aquel.
Neón, su pequeño roedor, le acarició el cuello con la punta de la nariz. Aquel animal era más importante para él que cualquiera de sus compañeros de estirpe.

Acarició el suave pelo de su mascota mientras se colocaba el libro en las piernas. Le había costado mucho encontrar aquel conjunto de papeles. Era viejo y, cuando un vampiro dice que algo es viejo, es que tiene más de dos mil años, como mínimo.
Sentía asco al pasar las hojas. No por el olor, ni el tacto, sino por su contenido.

Los tuaths no entendían de normas y este libro era como una jodida biblia vampírica con sus típicos mandamientos y sus apestosas leyendas. Nunca creyó que volvería a leer aquello, pero ahí estaba. Quizás podría ayudarlo.
Haría el esfuerzo de leer esa mierda, tenía la esperanza de que alguna de esas palabras fuera la clave para conseguirlo. Si algo de lo que había ahí escrito era verdad, él podría cambiar el mundo. Todo estaría según su voluntad y eso sonaba tan deliciosamente tentador… Todos se postrarían ante él.

Llevaba más de diecinueve años buscando aquel libro. Desde que el rey de los vampiros había muerto. Zhe Han se había interesado por el sucesor al trono y por todo lo que rodeaba la leyenda de este. Todo el mundo hablaba del tema y él se sentía asqueado. Algunos hablaban de un varón; otros, presos por la modernidad,
hablaban de una hembra. Pero lo que sí estaba claro era que tendría los ojos igual que su padre. De color naranja. Habría sido fácil de encontrar en otra época, pero en ese momento la sociedad estaba dentro del consumismo y las lentillas de colores estaban de moda.

Tantos rumores terminaron por hacer que pensara que todo era mentira, hasta que lo vio.
No podía sacarse de la cabeza aquel par de ojos de color ámbar. El jovencito que se había cruzado en el callejón parecía más un intento de muñeca de porcelana que un futuro rey.

Lo primero que pensó al verlo fue que era una ironía del destino. Un chico solo, en un callejón, con un olor exquisito y unos bonitos ojos de la tonalidad del mejor whisky. Una coincidencia que lo hizo sonreír, le habría gustado degustarlo
pensando que el era el hijo de Lincoln, pero la sonrisa desapareció de su cara cuando lo probó. Su sangre era pura. Exquisita, todo un manjar. Su paladar todavía estaba de fiesta pagana. La fruta prohibida que todo el mundo quiere comer y él había lamido. Su lengua se resintió presa de la necesidad. Siseó como un gato antes de abrir el libro.

Lo ojeó por la mitad, creía recordar que por aquella parte era donde estaban los puntos interesantes de la historia de la raza. Se burló de uno de los párrafos donde hablaban de la importancia de la existencia del ser humano. Si fuera por él, los encerraría como ganado obligándolos a procrear, como un invernadero de fruta al puro estilo humano.
Sangre de todos los gustos. Una carta donde mezclaría los sabores más afrodisíacos con otros para buscar las fuentes más sabrosas. Su boca se hacía agua solo de pensarlo. Y eso lo hizo cabrear: ahora que había probado aquel manjar, un simple humano le parecería una viruta barata.

👑El último principe de Leal 👑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora