DOLOR

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Lena se encontraba en una situación abrumadora, enfrentando la difícil tarea de comunicarle la devastadora verdad a Kara. A pesar de su propio dolor, sabía que debía ser fuerte por ambas. Se acercó a la habitación donde Kara estaba siendo atendida, reuniendo toda la fortaleza que pudo encontrar. Al verla, pálida y debilitada, Lena sintió un nudo en la garganta, pero sabía que necesitaba hablar.

Kara levantó la mirada al ver a Lena entrar, buscando en sus ojos alguna señal de esperanza. Lena se sentó junto a ella, tomando su mano con suavidad. Sus miradas se encontraron, cargadas de emociones profundas y difíciles de expresar.

—Kara, cariño, hay algo que necesito decirte —susurró Lena, tratando de mantener la compostura.

Kara la miró con expectación, sus ojos mostrando vulnerabilidad y anhelo.

—El doctor... él dijo que el bebé no resistió —Lena luchó contra las lágrimas mientras decía las palabras, consciente de que cada una era como un puñal en el corazón.

El rostro de Kara se llenó de tristeza y confusión. Sus labios temblaron mientras procesaba la noticia.

—No... no puede ser —susurró Kara, su voz quebrándose.

Lena apretó su mano, sintiendo cómo sus propias lágrimas amenazaban con escapar.

—Lo siento tanto, Kara. Estoy aquí para ti, pase lo que pase. No estás sola en esto.

Kara la miró con gratitud en medio del dolor, y finalmente las lágrimas brotaron de sus ojos. Lena la abrazó con ternura, permitiendo que ambas se sumergieran en el duelo compartido.

La noticia había dejado a Kara profundamente alterada, su mente y su corazón en un estado de agitación constante. Las emociones eran abrumadoras, difíciles de procesar. A pesar de sus intentos por mantener la calma, su angustia era palpable. Las enfermeras habían percibido su agitación y decidieron intervenir, administrándole un sedante para ayudar a tranquilizarla.

Lena permaneció a su lado durante todo el proceso, observando con una mezcla de preocupación y alivio cómo Kara se sumía en un sueño inducido. Se sentó junto a la cama, sintiendo el peso del día en sus hombros. Habían pasado por una montaña rusa emocional, desde la alegría anticipada hasta la tristeza más profunda.

La habitación estaba llena de un silencio tenso, solo interrumpido por el suave zumbido de los equipos médicos. Lena se sentía impotente ante la situación, deseando poder aliviar el dolor de Kara de alguna manera. Sabía que la pérdida del bebé era una experiencia dolorosa y personal, y estaba determinada a estar allí para Kara en cada paso del camino.

Lena tomó suavemente la mano de Kara, sintiendo el pulso suave y constante que emanaba de ella. Miró el rostro de Kara, que ahora parecía relajado en el sueño. Sus pensamientos se volvieron hacia el futuro incierto y cómo podrían enfrentar juntas lo que estaba por venir.

La llegada de la madrugada trajo consigo una sensación de quietud profunda. Lena continuó acompañando a Kara en su sueño, comprometida a estar ahí cuando despertara y la realidad volviera a golpearla. Sabía que enfrentarían el proceso de duelo juntas, encontrando la fortaleza en su amor y apoyo mutuo.

Mientras la habitación se sumía en la oscuridad y el susurro de la noche llenaba el espacio, Lena cerró los ojos por un momento. Respiró profundamente, tratando de encontrar su propia calma en medio de la tormenta emocional. Sabía que había un largo camino por delante, pero estaba decidida a estar a lado de Kara en cada paso del camino, incluso cuando la oscuridad se volviera más densa.

Al día siguiente Kara fue dada de alta, pero su semblante era sombrío y apagado. Cargaba el peso del dolor en cada paso que daba. A pesar de estar básicamente fuera del hospital, emocionalmente seguía atrapada en un remolino de tristeza. Su rostro ya no reflejaba la sonrisa y la alegría que solían ser tan característicos de ella. Era como si un velo de tristeza hubiera oscurecido su espíritu.

Lena la acompañaba en silencio, su corazón se apretaba al ver a Kara en ese estado. Sabía que no había palabras mágicas para aliviar el dolor que estaba sintiendo. Ambas habían compartido sueños y esperanzas para el futuro, y perder a su bebé había sido un golpe devastador.

El camino de regreso a casa fue silencioso. Lena mantenía una mano en el volante y la otra en la rodilla de Kara, tratando de transmitir su apoyo a través del contacto físico. Kara miraba por la ventana, perdida en sus pensamientos y sentimientos abrumadores.

Al llegar a casa, Kara se dejó caer en el sofá, como si sus piernas ya no pudieran sostenerla. Lena se sentó a su lado, sintiendo una mezcla de impotencia y deseo de ayudarla de alguna manera. Quería ser un bálsamo para el dolor de Kara, pero sabía que no había una solución rápida.

—Dejame un momento a solas Lena. —pidió Kara.

Lena había sido llamada de emergencia por John, quien le informó que tenían a William bajo custodia. Una mezcla de enojo y preocupación la invadió, y sin perder tiempo, se dirigió a la cárcel. Con la ayuda de sus abogados, logró que le permitieran hablar a solas con él.

Al entrar a la sala de interrogatorio, vio a William sentado en una silla, su expresión denotaba arrepentimiento, pero Lena sabía que no podía confiar en sus aparentes remordimientos.

—Lo siento... yo no sabía... —intentó mentir William al verla.

Lena no pudo contener su ira. Se acercó rápidamente a él, agarrándolo de la camisa y descargando su furia en una serie de golpes en su rostro. Cada golpe era una manifestación de la rabia que sentía, una rabia que había estado acumulando desde el momento en que Kara resultó herida.

La violencia de los golpes de Lena hizo que la sangre comenzara a brotar de la nariz y la boca de William. Sin embargo, Lena no se detuvo. Lo arrastró de la silla y continuó golpeándolo en distintas partes de su cuerpo, dejando claras marcas de su furia.

Entre gemidos de dolor, William apenas podía articular palabras. Lena lo miraba con ojos llenos de intensidad, su voz cargada de desprecio.

—Te metiste con la persona equivocada —le espetó con un tono gélido —No tienes idea de cuánto te haré sufrir. No tienes idea de cuánto disfrutaré cada momento de tu agonía.

Lena no se detuvo hasta que sus nudillos estaban adoloridos y su propia furia comenzaba a ceder. Finalmente, lo soltó y retrocedió, mirando a William con un desprecio profundo.

—Tal vez estés detrás de las rejas ahora, pero eso no detendrá lo que te espera —advirtió Lena, su voz cargada de una determinación implacable.

Después de unos momentos tensos, los guardias de la prisión entraron a la sala y detuvieron a Lena. Aunque William había sido herido, era evidente que ella también había pagado un precio por su furia.

Mientras era conducida fuera de la cárcel, Lena no mostró remordimientos ni dudas. Había dejado en claro que estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a Kara y a vengar el dolor que le habían causado. La oscuridad en sus ojos reflejaba su compromiso inquebrantable, y William había aprendido de la peor manera que subestimar a Lena Luthor era un grave error.

Mientras era escoltada fuera de la prisión por su abogado y los guardias, un escalofrío recorrió la espalda de Lena al escuchar las palabras de su abogado. Su madre quería hablar con ella. Aunque no había tenido mucho contacto con su madre en los últimos tiempos, sabía que una llamada de ella no era algo que debía tomar a la ligera.

Mi Secretaria - SUPERCORP (G!p) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora