u n o

74 11 3
                                    

- "Me siento poseído por algo como la miel, una y otra vez, dulcemente me voy perdiendo, cuanto más lo pruebas más obtiene un poco de chup chup"




Caminaba por las calles de Itaewon, lo que todos llamaban "el corazón turístico de Seúl"  y ahora que tenía la experiencia propia podía entender a que se referían. A cada paso que daba se cruzaba con personas de diferentes nacionalidades como así también los oía hablar, obviamente no entendía nada porque su léxico no iba más allá de su idioma natal pero le gustaba, le gustaba poder mezclarse entre todas esas personas y comportarse como el turista que en realidad era porque, la verdad era que nunca había salido ni visto mucho más allá que los encantos de su pueblo.

Desde el momento en que llegó y se instaló en el hotel que ya había sido pagado de antemano como regalo de bodas tiró a la basura el itinerario de actividades que habían realizado con su fugada novia para comenzar más bien a hacer lo que se le pegara en ganas. Se dijo a sí mismo que en ese viaje iba a disfrutar todo lo que pudiera tanto como permitirse sufrir lo que necesitara, porque una vez que volviera a casa enterraría a Yoojung para siempre. No había marcha atrás en eso.

Había pasado ocho días y nueve noches recorriendo diferentes puntos de la ciudad, algunos cercanos y otros un poco más alejados a punto de que se permitió alquilar un auto para evitar los autobuses... ya tendría tiempo para lamentarse después por el dinero extra que había gastado.

Observó una vez más el reflejo que le devolvía el cristal del mirador de una tienda, pantalones de vestir negros al igual que sus zapatillas, camisa blanca mangas largas para cubrirse en algo de la fresca brisa que por la noche pensaba sentiría y su cabello, bueno, se había dado por vencido con el luego de tres minutos de intentarlo así que solo lo llevaba un poco revuelto, sin embargo le gustaba su aspecto. Decidió entonces que definitivamente se quedaría un tiempo más con ese look, le gustaba como se veía lo que se hizo en una visita a la peluquería en su segundo día en Seúl. La "locura" tal y como lo pensaba él era básicamente que había decolorado y teñido por primera vez en su vida su cabello, optó por algo que vio en un programa de televisión mientras holgazaneaba en el hotel y coloreó de rubio la porción delantera, poco más de la que abarcaba su flequillo.

Al girarse y volver su atención a su al rededor supo que ya se encontraba cerca del lugar donde darían la fiesta porque pudo notar varias personas con el mismo código de vestimenta, que era básicamente la misma ropa que él llevaba.

Jinnie, una joven un par de años más grandes a la que se cruzó en varias ocasiones en la piscina del hotel terminó por invitarlo luego de observarlo por varios días y notar que se encontraba tan solo como deprimido. Sanha en un principio se negó pero luego se encontró pensando que en realidad esa era la última oportunidad que tendría en bastante tiempo de concurrir a una fiesta como esa, así que accedió, tomó la invitación y quedó en que si se encontraban allí pasarían un buen rato juntos pero la verdad era que poco le importaba, él solo quería llevarse la experiencia y quizá tomar esos tragos gratis que su precinto indicaba tenía.

No hizo si no poner el primer pie dentro de ese club nocturno para comenzar a arrepentirse, recordarse a sí mismo por que no le agradaron nunca ese tipo de fiestas y llegar a la conclusión de que probablemente no cambiaría de opinión tras esa noche. El lugar era inmenso e incluso había allí muchas más personas de las que él creía cabían según lo que marcan las leyes.

Su atención fue capturada instantáneamente por el dj encargado de la ruidosa música que resonaba a través de los altavoces, este ocupaba un considerable espacio justo en frente de todo desde donde lideraba a la masa de personas con tan solo hacer una mezcla o cambiar el estilo de música. Aunque eso si logró embelesarlo por unos minutos al final decidió tomar un lugar en la barra, por más que su cuerpo haya comenzado a moverse al ritmo de la pegadiza melodía consideraba que no estaba tan desesperado como para ponerse a bailar solo entre el gentío.

ᴿᵃᵃᵇᵗᵃDonde viven las historias. Descúbrelo ahora