ARE YOU GRAND, PAL?

1.2K 103 92
                                    

El señor Jaeger no solo había llegado por sorpresa a Dublín y mucho antes de lo que me esperaba, sino que además había venido con dos maletas enormes llenas de lo que, estaba seguro, no era ropa para un fin de semana. Aún así, no me pareció el momento para empezar a discutir aquel tema. Durante aquella semana me había empezado a hacer mucha ilusión volver a verle, de vez en cuando me encontraba a mí mismo pensando en el fin de semana y sonriendo; o, peor, excitándome al pensar en Eren, su grueso labio inferior, su Gran General y su cuerpo perfecto estarían a mi alcance dentro de muy poco.

—¿Qué tal el viaje de madrugada? —le pregunté, volviendo la cabeza hacia el señor Jaeger mientras atravesábamos una de las calles principales. La casa que él había comprado no solo era enorme, sino que quedaba a veinte minutos andando del Distrito Financiero y a diez del centro—. Tuviste que subirte al avión muy temprano —supuse. Era lo segundo que había pensado al verle esperando al otro lado de la carretera, lo primero había sido fijarme en lo guapo e increíble que estaba con su traje azul marino y su gabardina negra.

—Largo y aburrido —respondió tranquilamente, andando muy pegado a mí con una maleta en una mano y su café y donut glaseado en la otra—. No paraba de darle vueltas a la cabeza, como siempre.

Puse una mueca preocupada y lo único que se me ocurrió fue darle un pequeño golpe en el hombro decirle:

—No te preocupes, Eren, ya estás aquí.

Él me miró por el borde de los ojos con una expresión seria y calmada, pero no dijo nada. Incluso con la mano ocupada por el porta-cafés, quiso pegarla a mi espalda y recorrer el resto del camino sin apartarla de allí. Cuando nos detuvimos frente a la puerta azul oscuro con el león plateado, dejé la maleta de mano sobre el suelo, saqué las llaves del bolsillo y abrí la cerradura, empujando la madera para que quedara abierta y poder pasar con el equipaje. El señor Jaeger cruzó poco después y echó un rápido vistazo alrededor.

—¿Es como la recordabas? —le pregunté, quedándome a su lado y mirando lo que él miraba—. ¿O falta algo?

Yo no había tocado mucho la planta baja, solo había ido de las escaleras a la enorme cocina, así que dudaba que viera nada nuevo allí de lo que había visto al comprarla. Él no dijo nada, atravesó el pasillo y se dirigió directo al piso superior, pero le detuve con un gesto y cogí el porta cafés que aún tenía en la mano y lo sustituí por la maleta de mano.

—Puedes ir a investigar y a dejar las cosas en la habitación —le propuse, llevándome su café y su donut hacia la encimera de la cocina.

El señor Jaeger no lo dudó y subió al segundo piso con sus maletas en la mano. Yo me quedé en la cocina un momento, abriendo las puertas de la nevera para revisar qué podría hacer para cenar. Como había dicho Eren, el apartamento tenía lo básico para la venta, así que había tenido que comprar un par de cosas para salir del paso; entre ellas, un poco de comida al salir del trabajo, así que no había mucho donde elegir. Terminé por sacar una docena de huevos y un bote de espinacas de la alacena y dejarlos al lado de la vitrocerámica antes de buscar la sartén, la única que tenía por el momento. Lo puse todo allí y fui a buscar el maletín del portátil sobre la isla para subirlo a la habitación. Daba por hecho que Eren ya había tenido tiempo suficiente para hacer todas las búsquedas que quisiera por la casa.

Me detuve en el segundo piso a dejar el maletín en el despacho y después subí al tercero para encontrarme con el señor Jaeger en la habitación principal. Las luces del cuarto estaban apagadas, pero las del vestidor estaban encendidas, separado del cuarto por una preciosa puerta corredera tipo biombo. Me acerqué en silencio y me quedé de brazos cruzados mientras le veía poner su ropa tranquilamente sobre las estanterías, colgando camisas e incluso dejando zapatos en la parte baja. Había espacio de sobra, por supuesto, porque era un vestidor estúpidamente grande a juego con el resto de la casa. Se trataba de un mueble de madera clara repleto de cajoneras, estanterías, espacios para colgar la ropa en perchas e incluso una fila superior con cajas para guardar cosas. Recorría la totalidad de las tres paredes, dejando especio solo para un espejo de pared y la puerta que conectaba el vestidor con el baño. Yo solo había necesitado un dos por cierto de todo el espacio del mueble para poner mi poca ropa, pero el Señor Jaeger estaba repartiendo la suya un poco por todas partes.

Señor Jaeger - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora