EL COLOR ROJO

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Seguí acariciando el pecho de Eren hasta que la mujer de pelo naranja volvió y nos dijo que teníamos que irnos. Miré el local vacío y asentí, pero lo hice solo una vez. Tiré de Eren y nos levantamos juntos. Le puse mejor la gabardina alrededor de los hombros y salimos al frío de la noche. Todavía me costaba pensar con claridad, pero la comida y el tiempo habían conseguido serenarme un poco. Los colores de las luces eran aún demasiado brillantes, pero al menos ahora los coches tenían formas y no eran solo sombras en movimiento por un lago negro.

-Eren, ¿tú recuerdas dónde vivimos? -le pregunté.

-En casa.

-Sí, pero ¿dónde está?

-Cerca de las nubes.

-¿Y cómo llegamos? -pregunté, mirando hacia el cielo.

-Hace frío, Levi.

Bajé la cabeza hacia él e intenté cerrarle la gabardina, pero no pude. Vi que aún tenía el pecho al aire y le até los botones de la camisa, esta vez sin que se derritiera ninguno. Las manos me temblaban un poco, pero sabía que era del frío y no porque estuviera drogado.

-Tienes que ponerte la gabardina bien -le dije en un susurro cercano-. Necesito que sueltes un brazo.

Él se negó al momento y me apretó más fuerte.

-Eren, solo uno -le pedí con una caricia-. Por favor.

Me miró con sus ojos de pupilas grandes, pero menos grandes que antes, y aflojó una mano hasta bajar el brazo. Metí la gabardina y le rodeé los hombros.

-Ahora el otro.

Me rodeó con el brazo que había separado antes de soltar el siguiente. Le guié para que se pusiera la gabardina, no sin cierto forcejeo y resistencia por su parte, porque creía que le estaba empujando lejos de mí. Cuando lo conseguí sonreí y le até los botones grandes y negros. Le rodeé en un abrazo y le froté para darle calor.

-¿Mejor? -pregunté.

-Mucho.

Esperé un poco y, cuando quise separarme, Eren me detuvo.

-Eres el único que me abraza así -me dijo en voz baja.

-¿Sí?

Me apretó más fuerte entre sus brazos y hundió la cabeza en mi cuello.

-Sí... -le oí murmurar por lo bajo.

Sonreí. Aquello me hizo muy feliz, aunque todavía me costaba entender por qué sentía algunas cosas. Mi corazón y mi mente parecían desconectadas, como si faltaran algunos cables y no llegara toda la información que debiera de un lado a otro. Aunque sí sabía que Eren era muy importante para mí y que debía protegerle a toda costa.

-Tenemos que volver a casa, allí estaremos seguros -le dije, convencido de mis palabras.

Él apartó la cabeza y me miró fijamente. Sonreí más y le di un beso en los labios. Eren sonrió también, pero volvió a ponerse muy triste de pronto.

-Me puedes hacer mucho daño, Levi. Lo sé. Muchísimo.

Perdí la sonrisa y la cambié por una mueca de preocupación muy marcada, porque todavía no podía controlar del todo mis expresiones faciales.

-Yo no te haría daño... -murmuré.

Sus ojos se humedecieron y sus labios empezaron a temblar.

-Tengo miedo.

-No -negué, volviendo a abrazarle con fuerza-. Iremos a casa, allí estaremos seguros -le recordé.

Eren respondió a mi abrazo con fuerza y noté como asentía con la cabeza. Cuando nos separamos me rodeó un hombro y agarró con fuerza la cazadora de mi pecho, como si tuviera que sujetarme para que no saliera corriendo. Tuve que pararme un momento y pensar. Cerré los ojos y me apreté las sienes con los dedos. Sabía que yo tenía que saber dónde estaba nuestra casa, porque yo era el ayudante de Eren Jaeger; lo ponía en la imagen de su cartera que, por alguna razón, era importante para mí haberla visto.

Señor Jaeger - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora