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—Remus, por favor —dijo Olivia caminando tras el chico.

Habían pasado tres días desde que había llegado a la conclusión de que Remus era un hombre lobo. Y el chico confirmó sus sospechas evitándola esos tres días. Los chicos parecieron darse cuenta de que había pasado algo, pero gracias a Merlín no preguntaron al respecto.

—¡Remus!

Olivia había hablado demasiado alto esta vez y varias cabezas curiosas se giraron a mirarlos.

El chico se paró en seco y se giró hacia ella. Dio un par de pasos para acercarse y empezó a gritarle en susurros.

—¿Qué demonios quieres decirme? ¿Que lo sabes? ¿Que soy un monstruo? ¿Que no debería estar en Hogwarts? ¿Que la vida de todos peligra conmigo cerca? ¿Crees que no lo sé muy bien?

Tiene los ojos muy rojos, como si estuviera conteniéndose un millón de lágrimas.

A Olivia se le partió el alma escuchando esas palabras. Lo agarró fuertemente del brazo y lo arrastró a un aula vacía, cerrando la puerta detrás suya.

—¿Cómo crees que voy a decirte eso? Jamás lo haría. Jamás lo pensaría.

Se le escaparon un par de lágrimas al escucharla.

—Pues deberías, porque es la verdad. Soy un monstruo. Puedo hacer daño a la gente, incluso matarlas.

—Pero no lo haces. Te conozco Remus y sé que jamás le harías daño a alguien.

Remus sollozó un par de veces y tragó saliva antes de contestarle.

—Me mordieron cuando tenía cinco años. Yo no elegí esto.

Olivia se acercó y lo abrazó.

—Lo sé. Pero ¿Por qué no nos lo has contado antes? —preguntó con cautela— somos tus amigos.

Remus negó rotundamente.

—¿Cómo podría contárselo? Vosotros sois los primeros amigos que he hecho nunca. No puedo echarlo a perder.

—Jamás te darían la espalda por esto. Yo tampoco lo haré nunca.

Remus rompió a llorar sin contenerse al escucharla y se lanzó a sus brazos con fuerza.

•••

Los meses fueron pasando en Hogwarts y los merodeadores, definitivamente, se habían dado cuenta de que algo iba mal. Remus y Olivia ahora pasaban mucho tiempo juntos y las transformaciones de Remus cada vez eran más complicadas hasta el punto de necesitar días de reposo para recuperarse de ellas.

El día del banquete de fin de curso llegó y los chicos estaban muy contentos, todos menos Sirius y Olivia.

—¡Este verano vamos a estar todos en mi casa! ¡Va a ser fantástico, ya veréis!

Escuchar a James decirlo tan seguro alegraba un poco a Olivia.

—Podremos ver la tele hasta tarde todos juntos —dijo Sirius ilusionado.

—Todavía no sé si me dejarán...

Olivia prefería no hacerse ilusiones para no llevarse el chasco del año pasado.

—¡Claro que te dejarán! Si mi madre estaba tan segura significa que se ha asegurado de que te dejen.

—James, no te ofendas, pero es completamente imposible que se hayan asegurado porque mis padres jamás hablarían con ellos —respondió ella sintiéndose mal.

James negó con la cabeza.

—Se habrán buscado la vida.

Olivia sonrió al ver a James aferrándose tanto a la idea de que ella también fuera a pasar unos días a su casa. Se fijó en sus cuatro amigos, bastante triste de separarse de ellos. Aprovechó que Sirius no paraba de molestar a James y que Remus estaba de muy buen humor esa noche y sacó la libreta que James le regaló por su cumpleaños. Garabateó a los cuatro sin prisa, aprovechando la imagen que tenía ante sus ojos.

Olivia Ross | Meradeurs EraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora