Andrea Soler #3: momificada.

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Nunca entenderé porque mis no, muchas veces se convierten en sí y mis sí también siguen siendo sí. Ejemplo, si digo que si me voy a caer por las escaleras me caigo por las escaleras y si digo que no vendré a la consulta de mi primer amor, entonces si termino viniendo.

En fin, no hay forma de que mis "no" sean no y no porque no quiera, sino porque las circunstancias me obligan.

Por más que traté de verme con el doctor de la familia éste se negó por ética y porque tenía mucho trabajo según él, cosa que mamá al final de todo me obligó a venir al hospital donde trabaja Rafael para verme precisamente con él. Lo que mi madre no sabe es que veremos al chico que tanto marcó mi pasado amoroso y no porque me hizo daño, sino porque la dura realidad nos hizo separar.

—Vienen muchas personas con éste doctor, —dijo mamá a mi lado, estábamos en sala de espera del área de traumatología—, debe ser muy bueno en su trabajo que lo buscan tanto.

Si ella supiera quién es el doctor ni estuviésemos aquí, ni dijera esas cosas tan halagadoras ¿Por qué no le digo?, Porque ya quiero quitarme ésta cosa fastidiosa del brazo y sino es con Rafael hoy, tendrá que ser mucho más tiempo con otro médico. Si ya estamos aquí, lo mejor es ser madura y no darle tanta importancia a la presencia de Rafael.

Yo puedo hacerlo, el problema es que él dejó muy claro sus sentimientos por mí y sus intenciones, lo cual me pone frenética porque no sé cómo actuar ante esa situación. Yo esperaba una reacción negativa de su parte por todo el daño que le hice, no que me quiera reconquistar.

—Ya quiero irme —hice una mueca de flojera. Esperar no es lo mío.

—Ya falta poco, ya viene nuestro turno.

Mi madre era tan diferente a papá, quien seguro se estuviese quejando porque es el gran empresario y no deberían hacerlo esperar. A lo largo de mi vida me pregunto siempre porque ambos están juntos, mamá es más humilde y humanitaria con las personas y a papá sólo le importa los negocios y el dinero. Quizás por eso se lleva tan bien con el papá de Aarón.

—Paciente Andrea Soler —llamó la enfermera y me dió terror este momento, porque mamá vería a Rafael después de tantos años.

Con pasos nerviosos y pesados caminé con ella el pasillo, entramos al consultorio cuando nos dieron acceso y me preparé para la turbina de emociones que iba a pasar en los siguientes minutos.

—Hola Andrea, bienvenida —dijo Rafael con una radiante sonrisa y yo solo miré de reojo a mi madre.

Ella se quedó analizando a Rafael un momento y lo miró tratando de hacer clic en su mente, al parecer no lo descubrió en el instante así que ví eso como mi oportunidad para hacerme la desentendida yo también y que no lo descubriera. En este momento no estaba para dramas.

Nos sentamos en las sillas de pacientes y Rafael se puso a escribir algo en una hoja, mi mamá seguía estudiandolo con la mirada y mis nervios crecieron.

—¿Cómo te has sentido Andrea? —preguntó él mirándonos con amabilidad.

Esa posición de doctor le sentaba muy bien, cada persona tiene su don y definitivamente éste era el suyo, lo supe desde que era solo un estudiante. Me gustaba la forma en como hablaba sobre salvar vidas, ayudar a los más necesitados y ser el mejor médico posible.

—Estoy bien, ya quiero quitarme este yeso —fui quejumbrosa, porque de verdad esto me tenía agobiada.

—Pues con el tiempo que te di ya deberías estar lista, pero cuando te lo quite deberás hacerte una radiografía para saber cómo evolucionó el hueso —indicó y jamás pensé que estaría recibiendo indicaciones médicas suyas. Era tan raro.

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