Teobaldo Miles: #1. El naranja es mi color favorito.

3 0 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Una melena naranja me tiene encantado justo ahora, con su portadora haciendo sentadilla dándome la espalda desentendida de que la observo sin disimulo en la máquina de hacer barras. Valeria Mendoza, la dueña de mis deseos y el motivo de mi frustración constante desde hace un año, sube y baja con una pesa en sus hombros dándome una linda vista de su trasero, en esa licra deportiva que le queda de maravilla.

Admito que desde que soy su entrenador personal ha avanzado muchísimo en su figura, todo estaba en su lugar de forma preciosa y firme, hasta podía decir que fui quien la ayudó a tallar parte por parte.

Estaba hermosa, siempre lo ha Sido y yo tengo que morder constantemente mi labio para controlar mi impulso de tomarla por el cuello y besarla hasta que jadee mi nombre con su respiración agitada. Esto es una tortura, ser su amigo no ha Sido fácil porque el deseo está latente, instando a provocarla y hacerla mía siempre. Pero no, ella no era ese estándar de chica que se entrega a una persona por diversión o placer y yo tampoco seré quien la lleve a ese camino. Ella se esta guardando para su esposo, uno consagrado y adorador de Dios. Yo no era ese chico y dudaba mucho que lo fuese.

Dios y yo no nos llevábamos bien.

No creo que un ser tan supremo y santo pueda aceptar a un chico tan perverso y lascivo como yo. Lo mío es el placer, las chicas y como mejorar cada día en darles placer. Si, demasiado sucio para ser amigo de Dios.

Si te arrepientes de corazón y rectificas el camino Dios es bueno para perdonar y olvidarse de tus errores Tito.

Las palabras de Liz vinieron a mi mente y negué la cabeza con cierta ironía, ese era el problema: yo no estaba listo para rectificar el camino. No quería fallarle a Dios por no ser capaz de controlar mis impulsos, sino mirenme aquí, codiciando a una de sus hijas.

—¡Ufs! Estoy agotada.

Dijo la dueña de mis pensamientos dándose vuelta para mirarme la cara. Sonreí. Era tan tierna y ardiente al mismo tiempo, con sus mejillas rosadas y toda sudorosa. Era una maravilla a la vista en este momento, como un pastel recién horneado.

—Hiciste otra secuencia hoy —noté y alcé las cejas inquisitivo. Yo no le ordené eso.

—Lo sé, pero es que no sentía nada y quise hacer más —explicó y traté con todas mis fuerzas de no darle otro sentido a sus palabras.

Que fuese insaciable en el ejercicio me hizo preguntar si sería en otra cosa así. Quité de inmediato ese pensamiento, no estaba bien.

—¿Nos vamos ya? —pregunté casi en súplica, no podía seguir aquí viendo lo atractiva que se veía poniendo su trasero a mi vista.

No sin terminar con una erección en el proceso, como me pasaba constantemente desde que la conocí.

Ella asintió aún con falta de aliento y le pasé el cúter con agua, lo sostuvo y bebió agua tan sedienta que tuve que luchar de nuevo para no imaginarla en mi cama, igual de sedienta después de hacerle el amor suplicando por hidratarse.

Arriésgando TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora