24.

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Salí de la casa de Charlie, y mientras caminaba, mil escenarios posibles pasaban por mi cabeza.
¿Qué le diré? ¿y si ya esta haciendo los papeles? no puede venderla a menos que yo también lo autorice, ¿o si?, ¿y si... acepto venderla? me mudo con Charlie. O mejor, nos mudamos a un pueblo de Italia. Pero no sé hablar italiano, ¿que tan difícil puede ser?.
Pero mamá... ella no querría que nosotros... ¿o si? ¡agh!

Me perdí tanto en mis pensamientos que ya estaba allí, frente a la puerta de entrada.
Tomé mis llaves, mis manos sudaban y mi pulso temblaba, mi pecho subía y bajaba cada vez más rápido debido a mi acelerada respiración.
Es ahora o nunca.

Abrí la puerta y estaba todo en silencio. Un silencio ensordecedor, que solo me generaba más dudas.
Vi dos botellas sobre la mesa principal: una de vodka vacía y otra de whisky a medio tomar.

— ¿David? — dije, a un tono de voz que se logró escuchar por toda la casa — ¿estás...?

Busque en la plata baja pero no estaba. Ni en la cocina, ni el living, ni el patio. No estaba.

Subí las escaleras, y vi una luz salir de una habitación: la habitación de ella, de Sarah, de mi madre.
De tan solo ver aquella puerta abierta se me revolvía el estómago. No quería entrar allí, no podía. Me paralice en aquel pasillo que solo se hacía cada vez más largo, mi respiración se aceleraba cada vez más, mi corazón latía con fuerza y me costaba tragar saliva. No podía.

Desde que mi madre murió jamás volví a abrir aquella puerta. Ella murió ahí, en esa cama, en esa habitación. Y de solo pensarlo mi cabeza estallaba y mi corazón se hacía pedazos.

Con el miedo sobre mis hombros, logré moverme. Sentía, con cada paso, que en cualquier momento me iba a hacer pedazos. Que cada parte de mi cuerpo se rompería como un vidrio estallado sobre el suelo.

La habitación estaba igual que siempre: cortinas beige que combinaban con el acolchado que recubría la cama, una lampara en su mesa de luz color blanca, una alfombra de felpa, su armario lleno de su ropa, y un cuadro de nosotros junto a su diario sobre su masita de luz. El olor a vainilla que aún desprendía aquel lugar era increíble, aún podía sentir su presencia allí.
Aún podía escuchar su voz diciendo "ven nicky, miremos piratas del caribe" como hacíamos cada invierno frío.
Esa habitación logró convertirse del lugar al que iba cuando todo estaba perdido, al lugar de mis más oscuras pesadillas.

— ¿Q-que haces aquí? — le pregunté a David, quién estaba sentado en la cama con un vaso de alcohol. El nudo que tenía en la garganta no me dejaba hablar con claridad.

— Oh, hola Nicky. El favorito de sus padres, llegaste. — lo mire confundido — ¿qué se siente, eh? dime.

— ¿De que hablas? — podía notar que estaba demasiado borracho. Demasiado.

— ¿Que se siente haber sido el favorito de papá y luego tirarlo por la borda declarándote gay?

— No soy gay, soy bisexual. No es mi culpa que sea homofóbico. — la furia en mí crecía de a poco, pero no quería que me ganara.

— ¡Oh discúlpame, príncipe! ¡Y luego eres el favorito de mamá y te vuelves un puto drogadicto! — gritó y yo suspiré tratando de calmarme.

— ¿A dónde quieres llegar, David? — dije, lo más calmado posible.

— ¡Mira este lugar, Nicholas! ¡Ni siquiera te has atrevido a abrir la maldita puerta porque sabes que eres culpable de su muerte! — se paró, dejando caer el vaso de whisky sobre la alfombra blanca — Estoy harto de ti. Me cansé de intentar ser el hijo perfecto, ¿y todo para qué? ¡para qué siempre te prefieran a ti! ¡Oh, mira Nicholas que bien le va en el estudio!, ¡mira a Nick siendo el capitán del equipo de rugby antes que tú!, ¡mira a Nick teniendo una banda exitosa! — No podía decir una palabra. Simplemente lo miraba, yo no sabía que él se sentía así, pero no era justificación para tratarme como la mierda.

— Y-yo... lo siento... no sabia que te pasaba esto... — se rió de forma irónica mientras sacaba de su bolsillo un cigarro y un encendedor.

— Oh claro, el niño perfecto no se dio cuenta, eres tan despistado pequeño Nicky. — encendió el fuego e intento prender el cigarro, pero antes de que lo pueda hacer, lo frené.

— No fumes aquí, David. Ya mucho que manchaste la alfombra de mamá. — me acerqué a él para intentar quitarle el fuego, pero se negó.

— Vete al carajo Nicholas, ¿crees que tu puedes mandarme a mi?

— Dame eso David. — comenzó un intento de tener el encendedor de ambas partes. Él no lo soltaba y yo no iba a dejar que fume aquí dentro.

El encendedor cayó sobre la alfombra de felpa, que anteriormente estaba llena de alcohol.

Rápidamente el fuego se propagó, y aquella habitación no era más que fuego y cenizas llenas de recuerdos.

Monster - Heartstopper auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora