Primera Parte
El trono en el bosque
Capítulo 1
La casa era antigua, más vieja que la misma abuela―como solían decir cuando salía el tema a la luz―, por ello cuando andaba por los pasillos siempre se escuchaba el rechinar de la madera bajo sus pies, por eso; cuando era más pequeña, el sonido lograba asustarla y siempre terminaba corriendo a los brazos de papá en busca de consuelo y un poco de ayuda para lograr dormirse por las noches. La situación fue cambiando gradualmente a medida que ella crecía, dejó de llorar al escuchar pasos en la oscuridad y a apagar las velas en vez de dejar que uno de los mayores viniera a hacerlo luego de que ella se dejara llevar por el sueño, en parte por la costumbre y otra por los constantes cuentos que su padre le contaba acerca de la casa.
Ella era muy niña, casi un bebé, pero tenía el recuerdo marcado a fuego en su piel, como si se tratara de una memoria de hace una semana o menos. Ahora que Emma era más grande, las razones porque no olvidaba su rostro, ni su voz; ni siquiera sus conversaciones, se volvían un misterio para la familia. Claro, nadie creería que una niña de doce años recordara con tanta claridad detalles de un padre fallecido seis años atrás, pero para Emma todo era como mirar un espejo de agua, o buena parte de ello lo era.
―Pero tú no eras parte de la familia antes, tienes otros apellido― ¿cuándo había sido que le había dicho esas palabras?, ¿tal vez a los cinco o a los seis?, ¿cuánto tiempo antes de que él muriera?
―Cierto, cierto―rio el hombre frente a ella.
Sentados en la estrecha cama de la niña a la luz de las velas, el hombre acarició la cabellera de la niña con sumo cuidado.
―Pero mamá me ha contado muchas historias sobre esta casa―la niña lo miró con sus inocentes ojos, expectantes.
―Mamá nunca cuenta historias―musitó.
―Mamá cuenta historias, pero eres muy pequeña para entender la mayoría de ellas.
― ¿Entonces cuando sea grande entenderé sus historias?
―Por supuesto.
―Bien.
Cuando lo recordaba lograba entender por qué al hombre le asombraba cómo ella se mantenía tan despierta esperando respuestas y luego en completo silencio cuando las obtenía, era un rasgo que había heredado de su madre. Seguramente era algo que su padre había notado en ese entonces.
― ¿Quieres que te cuente un poco sobre la casa entonces?
―Sí―asintió suavemente con la cabeza.
―Bueno―el hombre se acomodó en la cama―Mucho tiempo antes de que llegaras a este mundo, mamá y yo solíamos pasear juntos por el río camino al salto―meneando la cabeza de un lado a otro, el hombre rio un poco.
Luego, él se aclaró la garganta y con un tono más agudo repitió de la misma forma seria en que su madre, años más tarde, comentaría sobre su hogar:
«Estas tierras han pertenecido a mi familia desde mucho antes de que mi bisabuela naciera. Cuando El Salto se volvió nuestro, Central apenas comenzaba a constituirse luego de los Años de Oscuridad.
Apropiarse de las tierras era común en aquella época y nuestra familia era numerosa y unida, por lo que no temieron en asirse con los terrenos más extensos que pudieron. La casa fue construida de tal forma para que cada familia pudiera vivir en ella, amplía para mantenerlos a todos, fuerte para soportar el inclemente clima; llena de escondrijos en caso de emergencias y, por sobre todo, en una ubicación privilegiada que nos permitía cazar en los bosques, pescar en el lago, cosechar y mantenernos cerca de Tierra Fértil.»
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Catarsis
Teen FictionEmma reflexionaba sobre aquello con más frecuencia de lo que desearía, para los extraños el cuestionamiento también era el mismo: ¿La llamaban La Maldecida porque había nacido en una familia extraña o porque ellos tenían más recursos que la mayoría...