Capítulo IV

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Capítulo 4

            Algunos niños ayudan a los adultos en sus quehaceres diarios luego de regresar de la Escuela, algunos otros se entretienen jugando o caminando, incluso hay aquellos que disfrutan con la simpleza de estar un rato junto a sus animales. Emma era lo contrario a todos ellos, para disgusto suyo, su familia no le permitía trabajar en los campos como el resto de los hombres y mujeres, ni presenciar las transacción ni vigilar al ganado; su abuela y su madre insistían que era mejor que estuviera lo más apartada posible del quehacer diario.

            Si bien no se fomentaba la holgazanería, lo cierto era que su familia insistía en fomentársela: Entre más lejos estés de esa gente, mejor.

            Sabía que no era bien vista, sabía que toda su familia no era querida y que la gente allí trabaja sólo porque tenían remuneraciones decentes y no por gusto, sabía que a ellos no les agradaba ninguna de las tres, pero lo que no comprendía era por qué era tanto el odio o el resentimiento hacia ellas. ¿Era por los recursos que tenían comparado con el resto de las familias o había algo más que ella no sabía?

            Emma se acurrucó entre las sábanas, escuchando los truenos y viendo los relámpagos centellear en su ventana. Sombra debía estar asustada de tan sola que estaba en las caballerizas.

―Señorita―Emma parpadeó ante la mención, volteó ligeramente la cabeza en dirección a la puerta, parada bajo el marco estaba una de las mujeres que trabajaba dentro de la casa.

― ¿Si? ―contestó en un tono fuerte, para que supiera que la estaba oyendo.

―Su madre y su abuela insistieron en que cenara sin ellas porque estarán ocupadas hasta bien entrada la noche.

― ¿Está lista la cena?

―Si usted lo desea, podemos servir inmediatamente―el tono apático era el mismo que ella utilizaba para no tener que lidiar con emociones innecesarias, ese mismo es el que utilizaba la mujer, se preguntó si con su abuela hablaría de la misma forma.

―Deseo cenar aquí esta noche, no es necesario que hagan esfuerzos en la mesa―declaró.

―Como desee, señorita―luego asintió con la cabeza y se retiró, cerrando la puerta detrás suyo.

            Emma miró la inmensidad de su habitación, era enorme para una persona que no tenía muchas cosas: Un armario donde guardar la ropa, un velador donde tener las ropas de cama; una mesa de noche al costado de una cama demasiado grande para ella, un escritorio y un librero, la única pared que tenía un adorno, era la que estaba tras ella, sobre la cabecera había un cuadro pintado por su padre. El resto era sólo un cuarto muy grande.

            Si hubiera tenido hermanos, quizás compartiría cama todavía con alguno de ellos. Si su padre siguiera vivo.

            Cerró los ojos y recordó la memoria que se le había presentado mientras montaba a Sombra horas atrás. ¿Había sido una ilusión o un recuerdo?, ¿y si había sido un recuerdo, cuándo había ocurrido eso?

            Emma recordaba casi todo lo referente a su padre desde que tuvo conciencia. De los tres años hacia atrás, los recuerdos eran confusos y fantasiosos, lo cual era natural, pero a partir de los cuatro sus recuerdos eran más certeros de lo que cualquiera esperaría. Recordaba bien cómo era su padre, era muy alto―O esa era la impresión que tenía porque ella era demasiado pequeña―, con el cabello negro siempre revuelto por sus constantes actividades, cejas pobladas; ojos grises, la nariz recta y la boca fina, ella había heredado la forma de su quijada de él, bien definida y fuerte de apariencia. Tenía los brazos firmes tanto como las piernas, podía llevar al hombro dos costales de trigo sin problemas. También recordaba sus manos, siempre estaban entintadas o parecían un lienzo de muchos colores y su voz―Emma sonrió―siempre era fuerte aunque intentara bajar el tono, era dulce y fuerte, cargada de cariño. Antes de que su actitud se volviera más taciturna, su padre siempre hablaba de su madre con amor y le contaba anécdotas de antes de que ella naciera o la buscaba para robarle un beso, en ese tiempo, su madre aún sonreía y sonrojaba, si bien no era la madre más cariñosa de Tierra Fértil, en ese entonces era más su madre de lo que la sentía ahora. Su abuela era la única apática en esas situaciones, no recordaba haberla visto; en ningún momento, acercarse a ellos para compartir.

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