Prólogo

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Una antigua historia


Poseedor de fuerza suprema, de un valor sin parangón, fue bendecido por los dioses, amado por los mortales y deseado por todas las mujeres que posaban los ojos en él. No conocía de ley y no acaba alguna de ellas.

Su habilidad en batalla, su astucia e intelecto rivalizaba con Aquiles, Ulises y Heracles. De él se ha escrito que ni siquiera Ares podría vencerlo en una cuerpo a cuerpo. Por si el don del poderoso Dios de la guerra no hubiera sido suficiente, también se cuenta que la misma Afrodita lo bendijo con un beso en la mejilla apenas nació, se aseguró de que su nombre fuese siempre guardado en la memoria de los hombres.

El toque de la diosa hizo qué se convirtiera en un hombre al que ninguna mujer podía negarle el uso de su cuerpo. Llegados al sublime arte del amor... no tenía igual. Su resistencia iba más allá, cualquier mero mortal solo podía soñar con tenerla. Sus ardientes y salvaje deseos no podían ser domados.

Ni negados.

De cabello oscura, piel blanca y con los ojos dignos de un guerrero, de él se comentaba que su sola presencia era suficiente para satisfacer a las mujeres, y que con un solo roce de su mano les proporcionaba un indecible placer.

Nadie podía resistirse a su encanto. Y proclive como era a provocar celos de otros, consiguió que le maldijeran. Una maldición que jamás podría romperse.

Como la del pobre Tántalo, su condena fue eterna: nunca encontraría la satisfacción por más que la buscase; anhelaría las caricias de aquélla persona que le invocara, pero tendría que proporcionarle un placer exquisito y supremo.

De luna a luna, yacería junto a una persona y le haría el amor, hasta que fuese obligado a abandonar el mundo.

Pero se ha de ser precavido, porque una vez se conocen sus caricias, quedan impresas en la memoria. Ninguna otra persona será capaz de dejar a ese alguien plenamente satisfecho. Porque ningún humano mortal puede ser comparado a un hombre de tal apostura. De tal pasión. De una sensualidad tan atrevida.

Guárdate del maldito.

Jeongguk de Macedonia.

Sosténlo sobre el pecho y pronuncia su nombre tres veces a medianoche, bajo la luz de la luna llena. Él vendrá a ti y hasta la siguiente luna, su cuerpo estará a tu disposición.

Su único objetivo será complacerte, servirte.

Saborearte.

Entre sus brazos aprenderás el significado de la palabra «paraíso».

Debo aclarar que esta historia no es mía, la leí hace mucho tiempo y me gustó pero no pude encontrar el perfil de la autora para pedir su permiso

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Debo aclarar que esta historia no es mía, la leí hace mucho tiempo y me gustó pero no pude encontrar el perfil de la autora para pedir su permiso. Si ves esto, tu historia me encanta y espero no consideres una falta de respeto.

Por ahora eso es todo de mi parte, disfruten la lectura.

-Annie

Dios del Placer [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora