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Los días siguientes fueron los mejores de la vida de Taehyung. Una vez se acostumbró a la regla que Jeongguk impuso, prohibía los besos y las caricias íntimas e incitantes, desarrollaron una relación agradable que fue casi una sorpresa para él.

Pasaba los días en el trabajo, almorzaba a menudo con Jeongguk y Jimin, y dedicaba las noches a tumbarse entre sus maravillosos brazos.

Sin embargo, con cada día que pasaba, saber que iba a abandonarlo a final del mes lo dejaba destrozado.

¿Cómo iba a soportarlo?

Aunque la idea no abandonaba nunca su mente, se negó a pensar en eso constantemente. Viviría el momento y se preocuparía del mañana cuando llegara.

El sábado por la noche quedaron con Jimin y Yoongi en Tip's, en el Barrio Francés. Aunque con bastante más afluencia de turistas que el original Tippitinas's, era la noche de Zydeco* y él quería que Jeongguk escuchara la música que Nueva Orleans había hecho famosa.

— ¡Hey! —Les dijo Jimin mientras se aproximaban a la mesa, en el fondo del local— Empezaba a preguntarme si ibais a dejarnos colgados.

Taehyung se sintió enrojecer al recordar el motivo de su retraso. Algún día de estos aprendería a cerrar la puerta del baño mientras se duchaba.

— Hola Jeongguk, Taehyung —les saludó Yoongi.

Taehyung sonrió al ver la escayola del brazo de Yoongi que Jimin había decorado con pintura fluorescente.

Jeongguk inclinó la cabeza a modo de saludo mientras retiraba una silla para que Taehyung se sentara y después hizo lo propio a su lado. En cuanto apareció el camarero pidieron cervezas y nachos y Jimin comenzó a seguir el ritmo de la música golpeando la mesa con la mano.

— Vamos, Jinnie —dijo Yoongi, malhumorado— Será mejor que bailemos antes de que tenga que matarte por ese ruidito insoportable.

Con una ligera punzada de envidia, Taehyung observó cómo se alejaban.

— ¿Te gustaría bailar? —le preguntó Jeongguk.

A él le encantaba bailar pero no quería que Jeongguk pasara un mal rato. En su mente no había dudas de que él no sabía bailar música moderna. Pero, aún así, fue una invitación muy tierna por su parte.

— No, no pasa nada.

Pero él no lo escuchó. Se puso en pie y le tendió la mano.

— Sí, claro que vas a bailar.

Tan pronto como llegaron a la pista de baile, Taehyung comprendió que aquel hombre bailaba tan bien como besaba.

Jeongguk conocía cada paso y daba la sensación de que había nacido bailando. De hecho, sus movimientos eran elegantes sin perder el toque masculino y fascinante. Taehyung nunca había visto a nadie bailar así y por las envidiosas miradas femeninas que sentía clavadas en él, podía imaginarse que todas aquellas mujeres tampoco habían presenciado antes nada semejante.

Cuando el grupo terminó de tocar se sentía excitado y estaba sin aliento.

— ¿Cómo...?

— Fue el regalo de Terpsícore —le contestó Jeongguk mientras le pasaba el brazo por los hombros y lo mantenía fuertemente pegado a su cuerpo.

— ¿De quién?

— De la musa de la danza.

Taehyung sonrió.

— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento.

Al comenzar la siguiente canción, Jeongguk miró fijamente a su izquierda y frunció el ceño.

Dios del Placer [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora