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— Sí, Jimin —le contestó Taehyung por teléfono mientras se vestía para ir a trabajar— Ya ha pasado una semana. Estoy bien.

— Pues no lo parece —replicó Jimin incrédulo— Tienes la voz temblorosa.

Y realmente aún no lo había superado del todo. Pero estaba bien gracias a Jeongguk y al hecho de no haber visto morir al pobre Nam Yoon Do.

Una vez la policía había acabado con los interrogatorios, Jeongguk lo llevó a casa y él había procurado no pensar demasiado en lo sucedido.

— De verdad. Estoy bien.

Jeongguk entró en la habitación.

— Vas a llegar tarde —Le quitó el auricular de la mano y le ofreció una galleta— Acaba de vestirte —le dijo y comenzó a hablar con Jimin.

Taehyung frunció el ceño cuando Jeongguk salió de la habitación ya no podía escuchar la conversación.

Mientras se vestía, cayó en la cuenta de lo cómodo que se sentía junto a Jeongguk. Le encantaba tenerlo a su alrededor, cuidarlo y que él lo cuidara.

La reciprocidad de su relación era maravillosa.

— Taehyung —le dijo, asomando la cabeza por la puerta— Vas a llegar tarde.

Taehyung se rió y se puso los zapatos de vestir.

— Ya voy, ya voy.

Cuando atravesaron la puerta principal Taehyung vio que él no se había puesto los zapatos.

— ¿No vas a venir hoy conmigo?

— ¿Me necesitas?

Taehyung dudó. En el fondo le encantaba almorzar junto a él y bromear entre paciente y paciente pero claro, seguro que para él sentarse horas seguidas esperándolo era muy aburrido.

— No.

Él le dio un beso hambriento.

— Hasta la noche.

De mala gana, se apresuró hacia el coche.

Fue uno de los días más largos de la historia. Taehyung lo pasó sentado tras el escritorio, contando los segundos que faltaban para acompañar a sus pacientes hasta la puerta.

A las cinco en punto echó a la pobre Irene de la oficina, recogió rápidamente todas sus cosas y se marchó a casa.

No tardó mucho en llegar. Frunció el ceño cuando vio a Jimin, que lo esperaba en el porche delantero.

— ¿Ha pasado algo? —le preguntó Taehyung al acercarse.

— Nada de importancia pero te daré un consejo, rompe la maldición. Jeongguk es un tesoro.

Taehyung lo miró aún más ceñudo mientras Jimin se alejaba hacia su Jeep.

Confundido, abrió la puerta para entrar en casa.

— ¿Jeongguk? —lo llamó.

— Estoy en la habitación.

Taehyung subió las escaleras.

Lo encontró tumbado sobre la cama en una postura mucho más que deliciosa, con la cabeza apoyada en una mano. Había una rosa roja delante de él. Estaba increíblemente seductor y maravilloso con aquellos hoyuelos y esa luz en sus celestiales ojos que en esos momentos eran decididamente perversos.

— Tienes toda la apariencia del gato que se ha comido al canario —le dijo en voz baja— ¿Qué han estado haciendo Jimin y tú hoy?

— Nada.

Dios del Placer [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora