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Unas horas más tarde, Taehyung suspiró al abrir la puerta de su dúplex y poner un pie en el suelo encerado del vestíbulo. Dejó el montón de cartas que llevaba en la mano sobre la antigua mesa de alas abatibles que decoraba el rincón junto a la escalera, cerró la puerta tras él y echó el pestillo. Las llaves fueron a parar al lado de la correspondencia mientras se quitaba a tirones los zapatos negros de vestir, el silencio le golpeó los oídos y se le formó un nudo en la garganta. Todas las noches la misma rutina tranquila: entrar a un hogar vacío, clasificar el correo, leer un libro, llamar a Jimin, comprobar el contestador e irse a la cama.

Jimin tenía razón, la vida de Taehyung era una aburrida y escueta investigación sobre la monotonía.

A los veintidós años, Taehyung estaba muy cansado de su vida.

¡Demonios! Incluso "el incansable buscador de tesoros nasales" comenzaba a parecer atractivo. Bueno, quizás él no. Y menos su nariz, pero seguro que había alguien ahí afuera, en algún lugar, que no era un cretino ¿Cierto?

Mientras subía las escaleras, decidió que vivir de forma independiente no era tan espantoso. Al menos, tenía mucho tiempo para dedicar a sus entretenimientos favoritos o también podría buscar nuevos pasatiempos; su mente siempre terminaba en esos pensamientos cuando recorría el largo pasillo hasta su dormitorio. Algún día, encontraría algo que verdaderamente pudiera mantenerlo distraído.

Cruzó la habitación y dejó caer los zapatos junto a la cama. No tardó en desvestirse para ponerse cómodo. Apenas estaba terminando cuando el sonido del timbre interrumpió el silencio.

Una sonrisa se dibujó en sus labios tomando impulso para salir corriendo, bajó de dos en dos las escaleras e incluso sin abrir la puerta ya podía imaginar la mirada de reproche por parte de su amigo cuando prácticamente se estrelló contra la puerta.

Sin duda no estaba esperando el nivel de enfado que se notaba a leguas en el adorable rostro del más bajito apenas pudo abrir la puerta.

— No irás a ponerte eso esta noche ¿verdad?

Taehyung echó un vistazo a los vaqueros llenos de agujeros y después se fijó en su enorme camiseta de manga corta, confundido por la aparente frustración de Jimin

— ¿Desde cuándo te preocupa tanto mi aspecto? —entonces lo vió; en la cesta de mimbre que Jimin utilizaba para llevar las compras—. ¡No! ¡Ese libro otra vez no!

¿Por qué parecía que a Jimin le reventaría una de las venas en su cuello? ¿Acaso vio su ojo con un tic de nuevo? ¿Por qué estaba tan irritado esta vez? Hasta dónde recordaba no había hecho algo malo en las últimas horas.

— ¿Sabes cuál es tu problema, Taehyung?

Taehyung miró al techo, rogando a los cielos un poco de ayuda. Desafortunadamente, no lo escucharon.

— ¿Cuál? ¿Que no me trastorna la luz de la luna y que no arrojo mi extraño cuerpo sobre cualquier hombre que conozco?

— Que no tienes ni idea de lo encantador que eres en realidad.

Mientras Taehyung se quedaba allí plantado, mudo de asombro ante el poco frecuente comentario, Jimin llevó el libro a la salita de estar y lo colocó sobre la mesita de café. Sacó el vino de la cesta y se dirigió a la cocina.

Taehyung no se molestó en seguirlo. Había encargado una pizza antes de salir del trabajo y confiaba lo suficiente en su amigo para dejarlo hurgar en su cocina y buscar un par de copas.

Empujado por un resorte invisible Taehyung se acercó a la mesita donde estaba el libro; como si su cuerpo no le perteneciera, extendió la mano y tocó la suave cubierta de cuero. Podría jurar que al mismo tiempo y con el mismo cuidado había sentido una caricia en la mejilla.

Dios del Placer [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora