V

20 4 34
                                    

Nadie puede juzgarme por tomar ciertas decisiones, no tenía la mínima idea de cómo lo ayudaría, pero igual ya me había comprometido. El cafetín estuvo bastante lleno así que me enfoque en hacer las cosas de la mejor manera.

Cuando llegué a casa Cris estaba sumergido en un sueño profundo, la cocina era un cristal, imagino que se dedicó a limpiar a profundidad. Le propiné un beso y cerré la puerta de su habitación. Encendí mi laptop y comencé a indagar sobre Santos Greco.

El hombre tenía algunas condecoraciones, lo describen como un héroe puesto que en 2018 salvó a cinco de sus compañeros, aunque estuvo gravemente herido. Pertenecía a una familia reconocida por prestar sus servicios al país. La información era muy resumida, pero al menos con esto me quedaba claro que no era del todo un demente.

Tiré mi cuerpo hacia atrás en la silla y cerré los ojos por un momento, si hay algo que debo reconocer es que soy una completa loca, y todo porque tengo una gran imaginación para recrear historias en mi mente y vivir en ellas, es una manera de crear mi propio mundo ideal, es mi rinconcito seguro donde yo pongo las reglas, y decido vivir como quiero.

Señorita —apareció una notificación en mi celular, haciéndome volver a la realidad.

—Señorito —respondí junto a un emoji de dos ojitos.

— ¿Te molesto? ¿Estas ocupada?

—Nunca me molestas, Will.

— ¿Por qué eres tan bella? —me sonreí porque ya sabía a qué se debía esa pregunta.

—No estoy con Ambar baby.

—Odiosa, no iba a preguntar eso...

—Si aja

— ¿Podemos vernos? —suspiré, pero no le podía decir que no a este hombre.

—Si claro, son las diez pero...—el mensaje salió antes de que terminara de redactarlo.

—Ábreme, estoy afuera.

¡Carajos! estaba cansada, me sentía como el sacerdote del pueblo con este par, imagino Ámbar le hizo algo, me coloqué una chaqueta, tomé una gran bocanada de aire y baje las escaleras dispuesta a escuchar al pobre hombre sufrir por enésima vez.

Abrí la puerta y me sorprendí al ver las condiciones en las que estaba, muy descolocado, recostado de uno de los muros, el cabello lo traía muy revuelto, algunos mechones daban en su cara, sus labios estaban húmedos y colorados al igual que mejillas, sus ojos estaban muy rojos, traía unas bolsas enormes me imagino estuvo llorando gran parte de la noche, la tarde, el día...

—Ay mi Ar —soltó tirándose en mis delgados brazos y dejando correr unas cuantas lágrimas por sus mejillas, intenté sostenerlo, pero este hombre mide más de 1.90 y como si no fuera poco, no es nada delgado, tampoco gordo pero en fin, igual para mí es un gigante al cual no iba a soportar mucho tiempo.

—Will, cálmate —Intente decir y este solo se aferró más a mí y comenzó a sollozar con fuerzas.

¡Ay Señor! ¿Que se supone que haría ahora? Esperé unos minutos, aún respiraba y eso era buena señal, pero me abrazaba tan fuerte que sentía que me iba a traspasar.

Cuando se calmó un poco nos sentamos en las escaleras frente a la casa, este me tomó de la mano y se quedó mirando al vacío, respete ese silencio pero cuando me soltó me levanté.

—Will, déjame ir por algo de tomar —él asintió y entre corriendo a la cocina, serví un poco de té helado para ambos y tomé unas galletas, mis tripas sonaban y aunque quizás él no iba querer nada, yo no tuve tiempo de cenar y sabía que la situación iba para largo.

FRAGMENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora