IV

43 4 21
                                    

CAUSA Y EFECTO

***

SANTOS

Al diablo con los juegos mentales que estaba acostumbrado a usar, con esta chica bien sabía que no funcionaban, era tonto dejarla ir después que la espere durante tanto tiempo en el mismo puente.

NOVIEMBRE 2018

La guerra estaba acabando con mi vida, con veinticuatro años había visto más muertos que vivos, fui reclutado por las fuerzas especiales a petición de mi padre. Él fue un gran guerrero de combate y quería que su hijo rindiera honor a su patria de la misma manera. No soportaba verlo a la cara, así que ese año no fui a casa, si no que emprendí un viaje de visita donde la tía Avril, una mujer con los sentimientos más hermosos que he conocido.

La tía Avril jamás pudo concebir un hijo, así que yo era lo que más se asemejaba, amo a esta mujer como una madre, consentidora, servicial, sencilla, carismática y amorosa. Todas las virtudes que mi madre jamás tuvo conmigo, y no la juzgo, criar a siete hermanos menores no era tarea fácil, yo la ayudaba cuando podía, pero no quería ocupar un rol diferente al de hermano mayor.

Mi padre perdió una de sus piernas en el frente de batalla, así que desde muy joven tuve que ayudar en las tareas del hogar y hacer trabajo pesado, admito que mi decisión de irme fue para huir de esa realidad, no soportaba tal amargura, y recuerdo que cuando me ofreció enfilarme lo vi sonreír después de muchos años, su sueño era que su primogénito se convirtiera en el mejor del ejército, hablaba de mí como un trofeo y me bastó una noche para decidirme, haría feliz a mi padre y yo saldría de ese infierno.

El bus me dejó en la estación y debía caminar un largo trayecto para llegar a casa de la tía Avril, mi morral pesaba más que nunca y maldije a lo bajo cuando recordé el gran puente de Pórto, aunque prefería atravesarlo caminando miles de veces antes que regresar a casa.

Después de un largo recorrido escuché un grito desgarrador, así que apresure el paso cuando vi a una chica subiendo la baranda del gran puente, recuerdo que me frené de golpe y solté mi morral, tome mi quepi y comencé a correr pero estaba a unos cuantos metros de distancia, cuando estuve más cerca vi cuando un señor que caminaba con un poco de dificultad la tomó, lo acompañaban dos hombres más que ayudaron a sostenerla y ella estaba como en una especie de descanso mientras repetía, que la odiaba.

Cuando estuve cerca le pregunté al señor si necesitaba ayuda pero él se negó, aun así me acerqué.

—Lleva dos días intentando quitarse la vida —me comentó mientras acariciaba su mejilla.

No supe qué responder pero comprendí la importancia de mi carrera para un pueblo remoto como Pórto, yo tenía seis años estudiando medicina para especializarme en psiquiatría, al principio lo hacía para mantener la mente ocupada y porque los soldados que escogen carreras y especialidades no los enfilaban siempre, sino más bien después de graduarse se quedaban en las bases del país para atender a los militares, admito que la guerra era una mierda, y prefería todo antes que volver a el campo de batalla, y ver cuántas vidas se pierden por la avaricia de los hombres que asumen el poder, hombres miserables que no merecen nuestra sangre, ni la de muchas naciones inocentes. Aunque a fin de cuentas me odiaba porque me había convertido en uno de ellos.

NOVIEMBRE 2022

Todos los años volvía al mismo lugar, mi sorpresa fue verla nuevamente, pero esta vez fue diferente, ella intentó salvarme, una curiosa casualidad, más aún cuando la vi llegar tarde a la charla, no la determiné pero sí quería estudiarla, quería poder entrar en su mente para brindarle de mis conocimientos y ayudarla, ya era un psiquiatra que solo esperaba su acto de grado.

FRAGMENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora