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                                                                           INHÓSPITO ENCUENTRO

***

Salí a caminar después de la tonta discusión con Cris, pateaba todo lo que se atravesaba al paso. Maldije a lo bajo, pues era una noche fría y no me prepare para ello.

Levanté la mirada y noté que alguien estaba sentado al borde del puente.

Me detuve por un momento y pensé si era buena idea acercarme, pero como de costumbre no me tomé ni cinco minutos, terminé bordeando la calle y caminé hacia él.

—Imagino tu vida es una basura —dije mientras me acercaba lentamente, no se me ocurría algo mejor para la ocasión.

—Quizás —respondió sin mucho ánimo.

Me subí a la baranda y tome asiento dejando un metro de distancia, él me miró de reojo y el reflector mostró su perfil.

—Cobarde —dije entre dientes —No creo que seas capaz de lanzarte.

—Como digas —respondió con indiferencia.

—Yo también he intentado lanzarme y cuando dudas la primera vez, jamás tendrás el valor —volteo a verme y entrecerró los ojos.

— ¿Qué intentas? —inquirió.

—No lo sé realmente —respondí encogiendo mis hombros.

— ¿Siempre te metes en todo? —Demandó.

—Solo quiero ayudar —reproché.

— ¿Quién te ha pedido ayuda? —interrogó levantando la comisura de su labio y mirando al vacío.

—Nadie pero... —Dude un poco si seguir con mi plan de ayudar o dejar que el muy grosero se lanzara—Hagamos un trato —termine por decir.

—Adelante —respondió.

—Si logro que sonrías esta noche, vienes conmigo por un chocolate caliente —comente muy seria.

—Pero si no es así, nos lanzamos juntos —Ordenó, me giré rápidamente para encararlo horrorizada, él me miró y soltó una carcajada.

—Vamos por ese chocolate —le extendí mi mano.

Él se bajó de la baranda y se acercó, me tomó por el brazo izquierdo, en cuanto me levanté con su pierna empujó mis pies y quedé colgada, trate de sujetarme de la baranda mientras él me tomaba por el otro brazo, jamás tuve tanto miedo.

—Si confías en mí, suéltate de la baranda —en su rostro se dibujaba una sonrisa macabra.

—Eres un demente —Grité.

—Eso no te parecía hace un rato, cuando me invitaste un chocolate —comentó cruelmente.

— ¿Qué intentas? —inquirí.

—Adivina.

—No me jodas, súbeme ahora mismo — gritaba desesperada.

—Si haces todo lo que digo, nadie morirá esta noche —replicó calmado.

—Está bien, está bien —contesté, era tal la adrenalina, que podía sentir como los latidos de mi corazón retumbaban en mi cabeza.

—Cierra los ojos y solo sigue mi voz —indicó, pero como no hacía caso a su petición sacudió un poco mi brazo y solté un sollozo desgarrador —Joder solo haz caso —alzó la voz.

Me dispuse a cerrar los ojos y traté de controlar mi respiración, sentía que me faltaba el aire.

—Muy bien Denisse, toma aire profundo con mi conteo y cuando te diga que lo sueltes lo harás lentamente, otra cosa si dejas de moverte harás todo más fácil —Intentaba hacer caso a todo lo que decía, aunque lo único que deseaba era nunca haber salido esa noche de casa, trajé a mi mente el rostro de mi madre para intentar calmarme —Que bien lo haces ¡Vamos! toma aire nuevamente —Seguí su voz y comencé a respirar —Maravilloso respondió ante mi avance, el tipo parecía un demente —.Bien, ahora te voy a comenzar a subir —Me aferró con más fuerza y sentí como me alzó de golpe, tanto que en cuestión de segundos ambos estábamos en el pavimento.

Aunque lo más lógico es que me levantara de golpe y corriera, no lo hice. Me quedé tendida como una tonta incrédula de todo lo que pasó en unos minutos, él se levantó y se fue caminando lentamente y de momento alzó su rostro como para contemplar el cielo, jamás se giró, solo se fue.

Quizás me quede allí por más de cinco minutos, pero no me importó. Esa noche regresé a casa en silencio y me encerré en mi cuarto, me di una ducha y lloré por todo, por nada, por seguir viva y hasta por no haber muerto. Luego del baño me acosté y las lágrimas no dejaban de salir de manera descontrolada, entre tanto no me di cuenta cuando caí en un sueño profundo.

Cuando me desperté, mi cara era un asco, estaba muy hinchada y me dolía terriblemente el cuerpo, sentía que tenía como 70 años y no 20. Me di una ducha y cuando me iba a frotar los brazos noté que tenía varios moretones por el agarre del ignoto.

No podía salir así de mi habitación, así que coloqué un gran suéter para que Cris no los notara, intenté maquillarme un poco para mejorar el semblante de mi cara. Preparé el desayuno, arreglé mi mochila y antes de salir escuché la voz de Cris.

—No piensas despedirte antes de salir Arlet —dijo con un tono de reclamo, tomé aire y me regresé para plantar un beso en su frente.

—Lo siento Cris voy tarde, sabes que no puedo llegar tarde porque es el último año de la clase de nivelación.

—Que te vaya bien hija —acomodó mi cabello.

—Gracias —respondí y me encamine hacia la puerta, pero antes de cerrarla me gire —Perdón por lo de anoche Cris, I love you.

—No fue nada, yo también te quiero mi gruñona —guiño su ojo.

—Por cierto el resto de la comida está en el refri, creo que hoy tendré que cubrir dos turnos en el cafetín, necesitamos el dinero.

—Gracias hija —Nos vemos ahora.

Cristopher no era mi verdadero padre, pero había cuidado de mí como tal, la vida es tan mágica en ocasiones, que tenía cierto parecido a él. Ambos con piel un tanto pálida, ojos oscuros como la noche, con una carácter de mierda, pero nos amábamos muchísimo, pues solo nos teníamos el uno al otro.

Un día tuve una oferta para conocer al hombre que donó su esperma pero no quise, no le vi sentido después de tantos años, Cristopher era mi único padre.

Llegue al salón y no había nadie, así que decidí sacar la libreta para repasar la clase de estadística, no salía de mi cabeza lo ocurrido la noche anterior, cerré los ojos y comencé a masajear mi cabeza, de inmediato vino a mi mente su rostro, cejas gruesas, ojos marrón que daba la impresión de que fueron delineados, nariz perfilada, labios finos, sonrisa imperfecta pero no desagradable y cabello corto.

Pensé que claramente no era un demente, pero jamás le vi en las calles de Pórto, llevaba algunos años allí, y a juzgar por mi memoria que jamás fallaba, podía jurar que no tenía mucho tiempo en la zona.

Pasé varios minutos sentada y se me hizo extraño que aun nadie llegó, tomé mi mochila y cuando salí del salón note un fiche en la puerta <<CLASE ESPECIAL EN EL SALÓN CENTRAL 8:15am "MAS CERCA DE LA MUERTE" SANTOS GRECO>>. Que estúpida, el afiche era como de sesenta por cuarenta, como no lo note. Estaba en clases de nivelación para terminar la secundaria, perdí cuatro años de preparación después de la muerte de mamá, me faltaba un año para terminar la secundaria cuando ocurrió todo. No quería estudiar más, pero Cris me convenció de terminar ese último año y comenzar mi carrera en cualquier cosa que me mantuviera ocupada, me sentía como vieja pero lo bueno es que todos en ese curso estaban en la misma condición que yo.

Mire mi reloj y eran más de las 8:30am, dudé en entrar pero le di vuelta a la manilla sin miedo al éxito, nada peor podía pasarme después del terror que sentí la noche anterior. Cuando entre había un hombre dando como una especie de conferencia, llevaba el uniforme de un Marín, como estaba de espalda a la puerta aproveche para entrar de manera sigilosa, pero las instalaciones eran muy viejas y las maderas del piso rechinaban, en uno de mis pasos me acusó y el hombre volteó a verme.

—Dice un hombre que dicta conferencias interesantes, la disciplina tarde o temprano superará la inteligencia, debería aplicarlo —Comentó delante de todos los estudiantes de la institución, me quedé sin moverme, no por lo que me había dicho, sino porque detalle su rostro y era el ignoto de la noche anterior.

FRAGMENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora