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SANTOS


Iban dos días buenos e intensos con Arlet, involuntariamente ella se entregaba a cada cosa que preparaba para ayudarla a salir de ese hoyo donde había caído hace unos años.

Admito que durante el tiempo que la estudié en secreto, me admiraba de su carácter para tener el dominio y control sobre algunas cosas. Mi ratoncito de laboratorio, era una especie extraña que podía ser intrépida, pero torpe y temerosa, intransigente pero dócil. Una ambivalencia total, era como ver al amor y el odio convivir en un mismo lugar, a medida que la conocía me sorprendía un poco más.

Estaba seguro que con esos pequeños avances, pronto entraríamos en la mejor fase del estudio.

A medida que seguíamos el paso, noté, como su cuerpo empezó a manifestar signos de ansiedad. Era claro, no sabía a donde ir, por eso divagaba en sus pasos, a ser sincero me sentía culpable, porque no me importaba en lo más mínimo llegar a un lugar específico.

— ¿Vamos al fin del mundo? —comenté sonriendo, pero ella me propinó una mirada de desprecio y se lanzó en una banca.

—No sé a dónde vamos —respondió irritada.

Para bajar la tensión del momento, le regale una mirada de compasión y me senté junto a ella a observar las personas pasar.


***


ARLET

Estaba muy apenada, pues no sabía a donde ir, pero no podía mentir, así que decidí contarle la verdad.

—Santos —rompí el silencio —No tengo ni puta idea de cómo ayudarte —admito que eso me tenía como crispante.

—Lo sé —respondió el muy idiota.

Me crispo más esto que cualquier otra cosa, yo estaba toda ansiosa y el todo ese tiempo supo que yo nunca tuve ni puta idea.

—No me da gracia —reproché.

—A mí tampoco —comentó en un tono sutil —las malas palabras están de más.

—Las malas palabras están de más —repetí mofando.

—Muy bien Arlet —indicó mientras se levantaba de la banca — ¿Qué es lo que te tiene así?

—Nada —conteste en modo de defensa.

—Vamos, ambos sabemos que pasa algo más.

¿Cómo carajos sabía que había algo más? En cierto modo eso me daba cierta curiosidad, sentía que él me conocía de alguna manera, o que tenía la capacidad para leerme la mente.

—No, no hay nada más.

Este entrecerró sus ojos y se paró justo en frente.

—Levántate —Ordenó.

Yo me negué, cruzando mis brazos.

—Vamos, hazlo o lo haré por ti.

Aunque no quería, terminé acatando su orden. El me miró justamente a los ojos, cosa que me incomodó muchísimo.

—Nunca me equivoco —comentó mientras seguía la ruta de mis ojos, pues de momento sencillamente no podía sostener su mirada.

— ¿Terminaste? —inquirí.

Este solo me olisqueo, parecía un completo demente.

—El amor es un secreto que los ojos no pueden guardar Denise —parafraseó.

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⏰ Última actualización: Nov 17 ⏰

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