VII

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RUPTURAS INEVITABLES


Me levanté de manera apresurada al mirar mi reloj y notar que eran más de las nueve de la mañana. Lavé mis dientes y bajé rápidamente las escaleras, Cris estaba sentado en la cocina, lo saludé y corrí a buscar a mi amigo.

—Se fué como a las ocho mi niña —comentó desde la cocina.

—Qué pena, no le di ni desayuno —respondí con un poco de vergüenza.

—Tranquila, yo le preparé un rico cereal —Este se carcajeo y yo me uní a su risa contagiosa —Es un buen chico hija, por cierto él fue quien preparó este rico café —Indicó olfateando su taza.

—Sí que lo es —suspire ¡Rayos! Lo hice frente a Cris.

— ¿Quieres compartir algo con este pobre anciano? —indago, saboreando su café.

—Nada, todo en orden.

Desayuné un poco de cereal y me marché a mi habitación para investigar algunos lugares, pero nada, no tenía nada a la mano para ayudar a Santos. La escena con Will y los besos equivocados venían a mi mente.

—Amiga fue un desastre —Entro un mensaje de Ámbar.

—No entiendo de qué me hablas.

—No le gusto ni un poquito al Marin, es gay.

—Lo siento.

Me comencé a carcajear incrédula, no me creía el cuento de que era gay, pero no quería imaginar a qué punto lo llevó Ámbar para que le mintiera de tal forma.

—Creo debo intentarlo con Will.

Leí el mensaje en la bandeja de entrada, pero decidí no entrar más al chat, no sabía que decirle, la noche anterior había estado hablando con su novio el cual me beso y no me incómodo. Deje el teléfono en la mesa de noche y me acomodé para ir en busca de Will, teníamos que hablar y le haría prometer no comentar nada sobre la noche anterior.

Tomé mi bici, y mientras pedaleaba por la comunidad respiraba hondo y de vez en cuando cerraba los ojos y sentía como el aire me rozaba la cara, era un día muy fresco, manejar la bici me hacía sentir libre, era como experimentar una especie de tranquilidad.

Apenas llegué, golpeé la puerta, su padre la abrió y me miró con cierto aire de risa.

—Buen día ¿Esta Will?

—Señorita buen día, si claro está es su habitación.

—Gracias ¿puede decirle que estoy aquí? —Interrogué.

—Sube cariño, no hay problema —Indicó con amabilidad —Por cierto, yo estoy muy bien —Se carcajeó y yo hice una mueca de vergüenza.

Me sentí apenada, y como una tonta.

—Lo siento mucho, de verdad —mostré mi dentadura encogiendo mis ojos, el Señor Russo solo sonrió y con un gesto me invitó a subir las escaleras.

Caminé rápidamente y me paré frente a su puerta, di unos cuantos toques pero este al perecer no me escuchaba, así que di vuelta al pomo.

Will estaba tocando una pieza en su guitarra, se encontraba como en una especie de éxtasis, su cabello ondeaba de manera increíble. Me quedé como una tonta observando a mi amigo en su éxtasis, sin camisa recostado a un lado de la cama con unos audífonos enormes, pase allí más de cinco minutos sin saber siquiera qué era lo que estaba tocando.

La única vez que estuve en su habitación fue para acompañar a Ámbar a dejarle unos globos que le regaló el chico de la tienda. Ese día me reí, pero hoy no era tan cómico. No entiendo como no noté que era una recamara con paredes blancas, sencilla sin muchas cosas. Una pequeña cama, un sofá y un closet de madera, tenía como un perchero donde estaban ubicadas un par de chaquetas de cuero, que jamás le vi usar.

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