Microrrelato 13: Eman

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Tematica: Relato historico, basado en hechos reales. Drama. Violencia.

Los Yazidíes no somos personas, sino esclavos.

No somos ni siquiera animales. Los animales tienen la oportunidad de vivir mejor que nosotros, con sus necesidades colmadas y un tiempo para el descanso.

Daba igual que tuviéramos raciocinio, capacidad de hablar e incluso la misma anatomía humana que nuestros captores. Para el EI éramos endemoniados, y por eso vivíamos como si estuviéramos en el mismísimo infierno.

Nos capturaban, éramos presas de caza.

Hacían con nosotros lo que querían.

Los hombres de nuestra etnia eran asesinados y se iban de este mundo con la tristeza (e impotencia) de saber que sus seres queridos quedaban probablemente en manos de psicópatas.

Las mujeres y niños eran vendidos para ser torturados durante años.

Algunas mujeres y niños sobrevivían, otros no.

Cuando morimos, tengo la sensación de que desaparecemos como una nube de polvo en el desierto. En silencio, como si nunca hubiéramos existido, y la vida tuviera un sentido ambiguo.

¿Por qué no podíamos, simplemente, morir de forma espontánea? Sería una reacción natural del cuerpo en un ambiente tan cruel. Algo así como una autodestrucción programada.

¿Cómo podía un organismo soportar tanta violencia?

Una lágrima cayó por mi rostro, mientras oía el lamento cada vez más débil de mi hija Nadia, que se quemaba y se moría de sed. Había sido atada con una cadena al cuello, en el suelo del patio de la casa donde estabamos cautivas.

- Melek Taus, ten piedad - Murmuré, temiendo ser escuchada - Abraza a Nadia y envuélvela en la inconsciencia de tu amor.

Nadia tenía cinco años y ya habían abusado de ella de la misma manera que conmigo.

Hacía tres noches, mi pequeña se había orinado en la cama y ellos se enteraron. Lo que en cualquier otra parte del mundo habría carecido de importancia, en aquella casa supuso su sentencia. Nuestro captor decidió castigarla de esa manera, sin que mis súplicas sirvieran de nada.

A él y a su mujer, una extranjera de origen alemán, les daba igual.

Ya lo habían hecho antes con otros esclavos.

- Ten piedad - Repetí.

Limpiaba como un autómata.

Me sentía pequeña, invisible, y las cicatrices de mi alma me estrujaban el corazón.

Parecía que cuando te volvías inmune a sus maltratos, encontraban otra manera de aplastarte.

Dios sabe que deseaba ser Nadia en esos momentos.

Dios sabe que deseaba poder ahorrarle un tránsito tan cruel.

Dios sabe que deseaba morir por ella.

Dios sabe que deseaba morir con ella.

Pero no pude.

_____

El testimonio de los Yazidíes que han sobrevivido al yugo del EI es espeluznante. Recuerda mucho al de los presos de los campos de concentración nazi. Nos debemos sentir afortunados por no estar en su pellejo, ni en el de tanta gente a la que se le ha privado de libertad. Y sobre todo, desde esta posición tan cómoda, quizás sea importante tender la mano a los demás y no sucumbir a la irreal belleza de nuestro mundo perfecto.

Este relato está basado en un artículo que llegó a mis manos a través de La Vanguardia y que me dejó bastante afectada:
https://www.lavanguardia.com/internacional/20211025/7815862/carcel-alemana-ei-muerte-nina.html

Hoy Eman (nombre ficticio) es una refugiada alemana, protegida, y sus captores han sido sometidos a juicio.

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