Te echo en falta.
Recuerdo nuestra última cita, aquella en la que llevaba esa falda negra que tanto te gusta.
Podía notar cómo me la arrancabas con los ojos.
Perdóname si no dejo de escribirte, ojalá pudiera, créeme cuando te digo que la tinta duele.
No hago más que tropezarme con la misma piedra, y volver hacía atrás para encontrármela de nuevo.
Perdóname si te pregunto demasiadas veces el camino, es solo que me he perdido entre los precipicios de tus clavículas.
Discúlpame si busco constantemente la sensación de tu piel con mi piel, es solo para que sientas lo rota que estoy por dentro.
Joder, te juro que intento ahogarme.
Y necesito que sepas que es verdad cuando te digo que lo siento, y que lo que te quiero no se puede explicar.
Las palabras siempre se quedan cortas.
Perdóname si te suplico una y otra vez que me dejes intentar completarte.
Yo sé que puedo.
Lo siento, de verdad, te juro que lo siento muy dentro, casi tanto como me gustaría tener clavado tu pecho en mi pecho.
Ya no se cómo contarte las noches que paso encogiéndome, los días de sonrisas pintadas y las horas pensándote.
Se dice que es imposible parar el tiempo, y yo no dejo de pensar en que tú y yo lo conseguimos.
Tú mismo lo dijiste: "Se paró el tiempo y de repente todo había acabado."
Pero en realidad no.
Tú siempre seguiste ahí, abrazándome bajo nuestra estúpida luna llena.