GUERRA

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(Música ambiental)

Un retumbar suena a la distancia, uno que hace temblar el suelo, uno que hace que hasta lo más profundo de mis huesos se retuerzan en una tensión creciente, miro por un segundo encima de mi cabeza, ese retumbar provino del emplazamiento de artillería a mi lado, el estruendoso disparo dejó una estela de humo grisáceo en el aire, mismo que cae como una brumosa cortina hasta mi, el penetrante aroma desorienta mis de por si ya desgastados sentidos, apoyo mi brazo un momento sobre la pequeña ladera a mi lado, mis guantes se manchan con el lodo negruzco, color resultante de la mescla de la tierra el hollín y la sangre, escucho a lo lejos a aquellos desgraciados rugir y gritar desenfrenados, justo como lo habían hecho ya día tras día sin descanso hacía al menos 2 meses, lo único que me separa de ellos y por ende de una muerte dolosa y terrible es aquel montículo de lodo endurecido y madera que se eleva apenas unos centímetros sobre mi cabeza, frente a mi una pequeña apertura de apenas el tamaño suficiente para meter mi puño es atravesada por el arma que se me había asignado, un cañón laser modificado para tener menos potencia, pero mayor cantidad de tiros por carga, el tipo de cosa por la que supuestamente la ley imperial debería colgarte, pero, uno que lleva ya años en la guardia aprende que estos trucos a veces son necesarios, mi rifle lo había disparado tantas veces ya que las yemas de mis dedos se habían marcado en el frío metal, al menos el lugar que me dieron era frío y húmedo, que al menos para mi es mucho mas agradable que cualquier puesto a plena luz de sol, pues mis gruesas ropas de cuero y lana sobre mi armadura crean un bochorno sin igual con el mas pequeño ápice de calor, mismo que de por si ya me brindaba el cañón frente a mi; escucho a mis compañeros ponerse alerta, el capitán empezó a gritar ordenes que yo ya ni soy capaz de oír, pues los crecientes rugidos de la artillería lo enmudecen, sin embargo, de nueva cuenta el violento andar de mis enemigos comenzaba a escucharse mas cerca de lo normal, tantos pasos sincronizándose a la vez hacen vibrar el mismo suelo, incluso aunque no se escuchasen sé que aquello estaba cerca, tomo la empuñadura de mi arma con fuerza con mi mano izquierda, mientras que con la derecha llevo hasta mi boca algo del licor casero que mis compañeros habían hecho la semana pasada, entonces poso mi dedo en el gatillo de mi arma y posiciono mi ojo directo en la mirilla telescópica de mi arma, justo por detrás de mi una vibración me indicaba que uno de los Leman Russ se acercaba con fuerza, miro atrás y lo veo con intranquilidad, posicionandose justo por encima de mi en la lineal de trinchera, ensombreciendo aún mas mi puesto y ensordeciendo aún mas todo sonido con el poderoso rugir de aquel motor capaz de mover sesenta toneladas, la tensión me acalambra los nudillos, tengo que estirar los dedos antes de poder volver a posar mis manos en mi arma, cuando lo hago vuelvo a poner mi ojo en la mira y espero, al frente mío se encuentra solo otro montículo de tierra y costales un poco mas abajo que el mío y después se extienden al menos doscientos metros de zanjas llenas de pinchos de acero y líneas de alambre de púas, pues esta era la segunda línea defensiva, el frente ni mas ni menos, la línea frontal contra los demonios del caos, mismos que se muestran con vehemencia, saliendo de entre las nubes de polvo y gases tóxicos liberados tanto por mis aliados como por mis enemigos en el campo de batalla, no lo dudo ni un solo segundo en el momento en que uno de aquellos engendros entra a mi campo de visión, su piel verdosa y sus ojos putrefactos repletos de gusanos y pústulas son tan reconocibles como asquerosos, disparo el cañón laser directo entre sus ojos, reventando en una humareda negruzca y verdosa su cabeza, sin embargo, detrás de él surge una horda completa de aquellos engendros de pieles verdosas y de deformaciones protuberantes, afiladas y ponzoñosas, en la línea de trinchera frente a mi los demás soldados de mi regimiento disparan sus láser sin compasión y yo no me quedo atrás, las manos me sudan y me duelen por tanto manejar un arma del tamaño de una persona, pero, a pesar de ello seguiré disparando contra las abominaciones ruinosas de la enfermedad.

Y ASÍ EL IMPERIO FUE A LUCHAR ALLíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora