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—Bienvenido a McDonald's, ¿qué puedo ofrecerte esta noche?—El cajero dijo con una media sonrisa, parecían cansados, tener el último turno del día no se sentía ideal de todos modos.
—Hola, ¿puedes darme un combo de McNuggets de seis piezas? Gracias.—dijiste, entregándole tu tarjeta, y Allison —según la etiqueta con su nombre— asintió, cobrando seis euros y medio y te la devolvió con un billete. Número 15.—¡Gracias de nuevo!
Una mesa de bar, cinco mesas de cuatro plazas y el mostrador hacían del McDonald's un local pequeño, una parada rápida en el pequeño Maranello. Tenías la impresión de que serías la única allí a las 23:00 horas. Sin embargo, mientras esperaba tu pedido, la puerta se abrió revelando a un hombre de cabello castaño, verde... ¿o azul? no, sus ojos encontraron los tuyos durante un par de segundos.
—¡Número 15!—Uno de los trabajadores llamó, haciéndote mirar hacia otro lado.
Ambos llegaron al mostrador simultáneamente, una vez más ojos curiosos robando miradas, había algo en él que los atraía. Tal vez fue el hecho de que era muy guapo, o tal vez fue la sonrisa tímida que te dio antes de saludar a Allison.
—Me gustaría una hamburguesa con queso, gracias.—escuchaste pedir al extraño y una leve sonrisa salió de tus labios, ¿Hamburguesa con queso, en serio?
Tomaste tu bandeja y te dirigiste a una de las mesas, tomando un sorbo de tu refresco. La orden número 16 fue llamada unos dos minutos más tarde y se sintió el movimiento a unos metros de distancia.
Por tercera vez esa noche, el verde puede ser el único color disponible cuando el extraño se sienta en la mesa frente a ti, cara a cara contigo. Una pequeña sonrisa llegó a tus labios. ¿Este tipo hablaba en serio? ¿Esta es su forma de coquetear? ¿Es incluso intencional?
Lo viste darle el primer bocado a su hamburguesa y, como si fuera una película, la carne se deslizó del pan, sus ojos se apartaron de los tuyos automáticamente. Una suave risa salió de tus labios, sus mejillas se tornaron carmesí.
De repente, la mesa frente a él pareció ser la cosa más interesante del mundo, y sus ojos siguieron el patrón en ella. Este chico.
Golpeaste suavemente la mesa, el silencio en el establecimiento fue suficiente para permitirle escuchar, su cabeza se disparó hacia arriba, dándote lo que asumiste que era su sonrisa de "Me da vergüenza". Tú, con suficiente confianza en lo que fuera esta interacción, inclinaste la cabeza hacia la silla frente a ti, una invitación.
Cambió de asiento, ambos sonriendo, buscando el inicio de una conversación.
—Entonces, ¿está bien tu hamburguesa?—Preguntaste. El hombre parecía un poco desconcertado, pero se rió.
—Eso espero.—respondió. Estaba sonriendo, con bonitas arrugas alrededor de sus ojos mientras se llevaba un par de papas fritas a la boca.—Eso fue un poco vergonzoso.
