Consejo de hermano

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El sonido sordo de la porcelana por el suelo me hizo pensar seriamente en una limpieza intensiva. A Mitsuki se le daba bien todo lo que tuviera que ver con eso, pero ahora que lo pensaba bien debía estar ocupado en el hospital. Era extraño saber que uno de mis mejores amigos decidió apoyar a los Ninja médico, después de todo él nunca demostró ningun interés sino hasta que Orochimaru cayó sospechosamente enfermo. 

En fin, el punto era que pasaría toda la tarde encerrado en mi apartamento intentando colocar orden a mi vida y, de paso, a mi habitación. 

Tenía todavia la vieja consola de videojuegos con la que mi mamá siempre me pillaba por las noches. Era raro sentirme viejo con tan solo 23 años, sin mencionar que las misiones ya no eran tan divertidas como antes. Ya nada me emociona tanto como mi vida sentimental al parecer.

Empecé por amontonar toda la basura en la pequeña sala de estar, pero al recordar que la aspiradora estaba averiada decidí meterlo todo bajo el sillon. Después, usé un jutsu de naturaleza agua para limpiar el baño; el problema es que mojé la bombilla de luz y ahora no veía nada. Terminé resbalandome y cayendo de espaldas mientras la habitación de al lado se inundaba. Maldije por lo alto y me arrastré derrotado al cuarto de aseo por el trapero. Posiblemente un jutsu de fuego ayudaria, pero no queria tentar mi suerte quemando las cortinas o mi colección de tarjetas.

A mi mente volvieron las palabras de Sarada y no pude evitar sonreir como idiota toda la tarde. Las tareas del hogar ya no parecian tan aburridas, en especial ahora que echaba un vistazo al album de fotos que Himawari hizo para mi el día de mi cumpleaños. Estaba lleno de escarcha y tonos rosados demasiado infantiles para mi gusto, pero eso no impidió recostarme a la cabecera de la cama y pasar las páginas con nostalgia. 

Recuerdos de mis primeras misiones hicieron que aflorara un sentimiento que daba por pérdido. El día del viaje escolar la delegada había tomado una foto de mia y de Sarada comiendo calamar mientras contemplabamos el mar. No supe en qué momento, pero ella me miraba de soslayo con un lindo rubor en sus mejillas. En otra imágen, yo la estaba persiguiendo porque no paraba de mofarse de mi por ser el líder del grupo. Se le veía tan despreocupada e infantil en la foto que me sorprendí al ver que no era tan amargada como recodaba.

—A quien engaño, nunca pensé en ella de esa forma. Si, era demasiado seria y responsable, y también poco social. Era imposible no invitarla a jugar con nosotros en la escuela. Ese brillo en sus ojos cuando queria algo a escondidas era imposible de pasar por alto.

Decidí que era suficiente, otra vez el cosquilleo en mi pecho me hacía delirar con imposibles. Queria revivir esas escenas, sentirme en aquellas epocas donde las cosas no eran tan problematicas y hablaba sin pensar. Ahora, como adulto, encuentro problemas donde normalmente deberian haber soluciones. 

La soledad me estaba volviendo loco, necesitaba salir y despejar la mente.

Tomé mi chaqueta y envainé la espada en caso de que me viera en apuros, aunque lo dudaba seriamente. Cogí las llaves y me fui de esas cuatro paredes saltando por entre los tejados hasta llegar a la cabeza de los Hokage, allí me quedé un rato a observar la gente pasar. 

Todo era tan pacífico que me dio tiempo de pensar, de nuevo, sobre Sarada. Me preguntaba si habia hecho lo correcto en retarla a dar el primer paso en esa relación, pero en especial si efectivamente se trataba de mi. Por la forma en que me besó, podría deducir que si. Se le veia decidida, casi emocionada por lo que le propuse. Y ella no era mucho de expresar sus emociones, lo cual era algo importante.

—Tal vez no sea mala idea —expliqué en voz alta a nadie en particular—. Podría invitarla a comer calamares y caminar por la playa. Ella dijo que le gustaban las estrellas, ¿o era el atardecer? No, definitivamente era el cielo despejado, ¿o era nublado? Maldición, nunca le pregunté.

—¿Huh? ¿Y desde cuando aquí te pones a pensar sobre esas cosas? —preguntó una voz bastante conocida a mis espaldas —. El idiota de mi hermano está enamorado y no lo creo.

Giré mi rostro con hartazgo al verlo allí, recostado sobre la hierba como si no estuviera pagando fianza por todos los crimenes que cometió desde hace cinco años. Era increible que hubiera entrado en razón y podamos dirigirnos la palabra sin ningun intento asesino de por medio, pero no le perdonaba que su locura me hubiera lastimado durante tanto tiempo.

—No es asunto tuyo, ¿y desde cuando te importa lo que haga con mi vida o no? Más bien asegurate de recuperar la tuya y ser un buen Ninja, estúpido hermano.

Él sonrió afligido, pero aun así se levantó y palmeó mi espalda. 

Odiaba levantarme un día teniendo pesadillas donde seguía siendo un criminal que había asesinado al Hokage y su esposa, y otros donde él y yo practicabamos en el patio y comiamos Takoyaki de vainilla porque era su favorito. 

Esa dualidad me enfermaba, pero con los años el tiempo se desvanecía al igual que el rencor. Él no la tuvo fácil, pero ahora tenía una familia.

—¿Sabes? Para mi siempre fue obvio que ustedes eran cercanos, pero nunca sabrás todo de ella si das las cosas por sentado. No soy un experto, pero el viejo siempre dice que cada día es como conocer al amor de su vida por primera vez. Hinata me lo dijo en secreto mientras veiamos televisión.

—¿Desde cuando hablas con mi madre sobre telenovelas? —pregunté con curiosidad ante su mirada distante —. No me digas que eres de los que husmea en la biblioteca en busca de novelas románticas a mitad de la noche.

—De hecho, he leído un par que Sarada me ha recomendado. No están mal —se encogió de hombros, sonriendome el desgraciado de forma descarada mientras cogia su maleta y se paraba al borde del precipicio. 

—¿Vas a dejarme en paz y largarte de una vez? —respondí con hastío —. ¿O vas a darme los malditos nombres para que los tres nos sentemos a algun lado a charlar sobre chicos de revista y tacones para mujeres?

—Escucha, sé que nuestra relación es complicada desde que entré en razón, pero eso no significa que no me importe enmedar mis lazos con la aldea, el Séptimo y tú. Llevas esperando durante tres años para poder aclarar lo que sientes, y ahora que lo tienes claro y ella también, te acobardas y esperas que alguien tome el riesgo por ti.

Iba a reclamarle que se fuera al diablo, que me dejara en paz y no se entrometiera en lo que no sabe, pero sé que dice la verdad. Él me conoce mejor que nadie, y si se ha dado cuenta con tan solo verme entonces puede que yo sea el menos indicado para hablar. 

—Me pasó con el viejo, me obsesioné con lo que temía perder y no lo que tenía en frente. Sé que son circunstancias diferentes, pero si fracasas o no, lo importante es que estás dispuesto a intentarlo. Sé un hombre, y no pierdas tu tiempo con mocosos malcriados y llorones. A este paso tendrás mejores competidores si no te apresuras.

El muy desgraciado tenía razón, tenía razón en todo, pero la vergüenza me traicionó y me cubrí el rostro con ambas manos. 

Queria preguntarle a qué competidores se referia, pero entonces su presencia desapareció. Kawaki se había ido dejandome dos boletos de tren hacía la aldea de la Niebla, y al respaldo un 'no te rindas' con una horrible caligrafía.

¿Cómo diablos se habrá enterado sobre lo del mocoso? 

No queria averiguarlo, ya era suficiente con el rubor que me cubría todo el rostro.

—Gracias, hermano —susurré al viento, limpiandome un par de lágrimas que me escocian los ojos. Sus palabras eran lo que necesitaba escuchar, ahora todo lo que tenía que hacer era ir a buscar a Sarada e invitarla a salir.

Nada podía fallar ahora que estaba decidido, ¿verdad?

[Borusara] JalousieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora