Inquilino Indeseado

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Al entrar me quité los zapatos y eché un vistazo alrededor solo en caso de que estuviera Sumire o Chōchō ojeando desde la mesa de la cocina. Sin embargo y, para mi fortuna, no parecía haber nadie que pudiera malinterpretar la situación.

Me acomodé en los cojines de su sala impregnada a jugo de limón. No me molesté en revisar con detalle los documentos desperdigados en la mesa de centro o en los trozos de papel de seda tirados en el suelo, solo me fijé en la decoración con detalles de flor de cerezo y en el pequeño cuadro dónde estaba el tío Sasuke, la tía Sakura y una pequeña molestia de lentes rojos.

El tapiz que adornaban las paredes era de color almendra y la iluminación era tenúe, casi inexistente. En comparación a mi apartamento lleno de tonos cálidos y rebeldes, este tenía un tono más sobrío.

Las superficies de madera caoba estaban cubiertas de polvo y el olor a humedad se impregnó entremezclado con el limón; era un frío tan penetrante que me hundí más en el asiento. Se sentía abandonado, una pieza de la intimidad de Sarada que ni yo mismo sabía era tan letargica y solitaria. Sus armas sobresalian de un saco sucio y gastado, pero intenté no preocuparme.

—Lo siento, usualmente suelo ser más organizada, pero no contaba con tener que regresar al apartamento tan de repente —explicó con vergüenza antes de tirar su chaqueta a un lado y quitar la Katana de la encimera.

—Aceptaria esa excusa de cualquiera, pero tendrás que hacer un mejor esfuerzo para engañarme. Sabes que eres pésima mientiendo, ¿no? —la miré contrariado, más ella me ignoró olimpicamente.

—Como dije, no paso mucho tiempo en mi apartamento —explicó con los ojos en blanco antes de lanzarme una manta y una almohada de su dormitorio —. Y estoy siendo honesta, no todo lo que digo tiene una doble intención.

—Sarada, está bien no hablar de eso, pero no puedes ocultarlo para siempre —le dije, a pesar de que ella estuviera de espaldas —. Más allá de lo que sea esto, eres mi mejor amiga y sabes que puedes confiar en mi.

Ella se dió la vuelta, pero su sonrisa dulce bastó para cerrarme la boca. La conocía, no era ningun tonto y sabía que estaba investigando algo del accidente que le provocó la cicatriz, pero dentro de mi pequeña y egoísta burbuja de ignorancia esperaría a que ella me contara lo que estaba pasando. Cualquiera diría que no he aprendido nada, pero Sarada no era igual a mi.

Cuando no pudiera más, estoy seguro que acudiría a mi.

Y de no ser así, yo también pondría de mi parte para averiguar lo que pasó.

—Sé lo que estás pensando, estas haciendo esa cara de idiota determinado —fruncí el ceño al verla cruzada de brazos y sentada a mi lado —. Escucha, no quiero que te entrometas, bajo ninguna circunstancia, ¿de acuerdo?

—Si lo dices de ese modo es imposible que no lo haga —sonreí de forma socarrona, cruzando mi brazo sobre el espaldar del sillón y acercando mi rostro al suyo —. Sabes que puedo ser persuasivo cuando me lo propongo.

—No me hagas reír, eras un manojo de nervios cuando eramos más jovenes —señaló mientras apartaba de un manotazo los papeles y los metía en un folío. —Ahora bien, qué rayos le vas a decir a tus padres cuando se enteren.

—Yo me encargo, no te preocupes —dije sin más antes de recostarme en su regazo. Hice un esfuerzo por no sentirme incomodo, pero Sarada enarcó una de sus perfectas cejas yh me observó con aíre cauto —. ¿Te importaria quedarme así por un rato?

—En lo absoluto, pero preferiría que me dijeras cuando vas a hacer... ese tipo de demostraciones afectivas. —musitó con pena, antes de levantar nuevamente la mirada del suelo —. No es que me moleste, es solo que me hace sentir cosas raras.

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⏰ Última actualización: Aug 07 ⏰

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[Borusara] JalousieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora