Comunicación asertiva

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No pude dormir en toda la maldita noche. Memoricé el número de cuadros que sobresalian del techo como si mi vida dependiera de ello y ni aun así el aburrimiento me ayudó a sacarme de la cabeza que mis celos hacía Shinki fueron todo producto de mi imaginación.

Estaba perdiendo la cabeza, era estúpido para estas cosas pero no pensé que a este extremo. Apenas se colaba el sol y el cansancio de anoche sumado a una velada infructuosa en el bar me puso de un humor de los mil demonios. No me molesté en mirar el reloj, todo seguía a oscuras y no quería molestarme en encender la luz.

Estaba tentado a sentarme en el balcón a admirar el amanecer, más Sarada también tenía la misma costumbre. No quería encontrarme con ella sin saber qué decir para justificarme por mis palabras de la última vez, solo quería la más misera señal de que estabamos en buenos terminos. No me gustaba que estuviera enojada conmigo, se sentía incorrecto. Nos entendiamos a la perfección y ni aun así sabía como sortear este pequeño inconveniente.

No me arrepentía de nada, pero no podía asegurar lo mismo de ella. Necesitaba una segunda opinión, y la parte viseral e insensata de mi subconsciente trajo a colación cierto nombre que me generaba de nueva cuenta demasiados conflictos internos.

No pienso llamarlo, sería lo último que haría. Me dije a mi mismo viendo de reojo el teléfono junto a la mesita de noche.

El viejo había insistido en traerlo en caso de que se nos necesitara en la aldea. 

La verdad era que prefería contar con el método anticuado de la correspondencia por halcones, vivir en la modernidad no significaba que todo me complaciera, no era lo mismo que con las hamburguesas o el expreso. Sin embargo, ya tenía el maldito aparato en mis manos y marcaba con torpeza sobre las teclas.

Timbró una, dos y hasta tres veces, fue un milagro que no hubiera colgado para entonces más mi prematura alegría finalizó al escuchar su voz grave y carrasposa al otro lado de la línea.

Maldición, había olvidado que él detestaba levantarse temprano.

—Dame una buena razón para no mandar el teléfono a la mierda a las cuatro de la mañana. Más vale que sea importante, Boruto.

—Lo siento, no sabía a quien llamar —Hablé entre los dientes y no muy convencido. Podría haber llamado a Mitsuki, pero aun así recurrí al tonto de mi hermano.

—No me digas, es Sarada de nuevo. ¿Metiste la pata en grande por algo que dijiste? —preguntó con aíre receloso mientras de fondo se escuchaba un golpe seco que lo hizo maldecir por lo bajo.

—Dije que la iba a conquistar y salió corriendo sin menor explicación. No me gritó siquiera, solo me miró... Bueno, ni siquiera sé que tipo de mirada fue esa. Intento darle su espacio, pero merezco tener una explicación al menos.

—Le gustas, ¿no? No tardará demasiado para que reanuden ese tonto juego de halagos indiscretos. Escuché que estaban en la aldea de la Arena gracias a Sumire, pensé que estarian en el país del Agua como querias.

—Un favor personal de Shinki a Sarada. Tus estúpidas advertencias no han hecho más que causarme problemas. Supuse que él sería otro de sus pretendientes, así que me ofusqué sin motivo aparente y los seguí hasta aquí.

—No esperé que fueras a hacerme caso, pero en el fondo me alegro que haya sido así —aseguró con aíre melancólico —. En el pasado te causé muchos problemas, no solo a ti sino a ella también, así que esto es lo minímo que puedo hacer.

No dije nada al respecto, solo escuchaba su suspiro exhausto al otro lado de la línea sin saber bien qué responder. 

Sabía que Sarada tenía un profundo resentimiento no solo con Kawaki sino también con Aida, quienes fueron los responsables de hacer de mi vida en esos tres años una reverenda porqueria, huyendo todo el tiempo de mi propia identidad y convirtiendome en la sombra de alguien más.

[Borusara] JalousieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora