Memorias del ayer

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Cuando se es joven, y en efecto lo sigo siendo, siempre es de esperar que se comentan estupideces en el camino. Se me viene a la mente la humillación por la que pasó el viejo cuando estrellé uno de los vagones del tren en su rostro tallado en piedra el primer día en la academia, o cuando empecé a salir con mujeres por el mero delirio de grandeza que me pasó por la cabeza apenas y mi situación e identidad en la aldea se aclararon.

No voy a negar que en un principio era inconcebible volver a acostumbrarme a vivir una vida que siempre había sido mía y me fue arrebatada por culpa de la Omnipotencia. Tuve a Sarada y Sumire a mi lado cuando más las necesité, pero ellas no eran el resto de mundo; las ínfulas de un hombre orgulloso no tienen límite y era inocente, más el beneficio de la duda no era suficiente en cuánto volví a la aldea después de tres años y las únicas personas que creían en mí eran apenas una mísera parte de las amistades y lazos que había construido en mi infancia.

Y sí, podía sonar arrogante, orgulloso y un tanto egocéntrico, pero mi situación no daba para más. Ser el salvador del mundo y estar rodeado de elogios y buenos deseos fue maravilloso, más en medio de todo ese tiempo lleno de color y un futuro prominente, volvían a mi mente las personas que siempre creyeron en mí y por las que eventualmente tomé un cariño especial.

Por un lado, la delegada acompañó a Sarada y la comprendía incluso mejor de lo que podría haberlo hecho yo, la ayudó a escapar en cuánto Eida supo de su traición e incluso a mí, de forma sutil e insospechada, en cuanto la aldea entró en crisis y Himawari estuvo a punto de ser lastimada de gravedad por culpa de las pretensiones de Amado.

Ella siempre fue alguien admirable y con una inteligencia intachable, pero después estaba Sarada que había sacrificado su padre, su estatus y hasta por poco su propia vida intentando limpiar mi nombre, a Boruto Uzumaki.

Pasadas las semanas y los meses, ese título de 'héroe' eventualmente se convirtió en una cascara vacía. Me daba cuenta de que Kawaki estaba pagando por sus crímenes, que la gente tal vez olvidaba demasiado rápido y que nadie me preguntaba el cómo había estado durante esos tres años de persecución, de muerte y sosiego antes y después de perder al tío Sasuke.

Lo noté al salir con mis amigos en una cita grupal y darme cuenta que al conversar con las mujeres lo único que veían era mi reputación nada más. El hijo del Hokage, el salvador del mundo, el Ninja genio, el símbolo de la perpetuación del mundo Shinobi, y la lista se extendía con títulos y sobrenombres exagerados.

Dolió mucho más al ver a Sarada ingresar por la puerta y encontrar cómo su mirada ausente me hacía sentir culpable, pero más idiota fui yo al invitarla con nosotros en un intento infantil de demostrarle que ya era todo un adulto intentando buscar una estabilidad emocional con alguien a quien apenas conocía y de la que ni siquiera me acordaba el nombre.

—Quiero presentarte a Maiko, estoy saliendo con ella desde hace tres semanas —sonreí a modo de explicación muy a pesar de la mirada fría que Sarada le dirigía.

—Es Reiko, querido. Y por supuesto que estoy saliendo contigo, quien en su sano juicio no sería novia de alguien como tú —respondió ella con aíre triunfante.

Esa noche no se me borró de la mente su mirada triste y angustiada en cuanto cruzó el umbral de su casa y casi en un susurro se despidió de mi con ira contenida. Di vueltas toda la noche intentando comprender lo que había pasado, pero naturalmente Boruto Uzumaki solo es bueno cuando se trata del deber cumplido. Ignoré el incidente y al día siguiente me escribí con la tal Reiko para salir a comer hamburguesas al mismo tiempo que iba de misión con el equipo 7.

Conversé en todo el camino con Mitsuki e intenté convencer a mi mejor amiga de que me explicara su indiferencia desde anoche, a lo cual recibí por primera vez la bofetada más dura que jamás pensé sentir. El único consuelo fue Kaminari Burger y la ración extra de papas fritas que obtuve después de esperar a mi supuesta cita por más de dos horas. Las cosas parecieron empeorar en cuanto hice de diplomático entre las aldeas, lo cual limitaba mi estadía y ocupaba mi mente la mayor parte de tiempo en mis responsabilidades.

[Borusara] JalousieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora