Lili Anderson

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Habían pasado 3 días desde que tuvimos el horrible altercado en la casa de Victoria, ella parece que cada día qué pasa se volvía más loca, sé que extraña su casa, su trabajo y todo a lo que ella está acostumbrada. En cambio, yo me sentia más tranquila, sentia que en ese departamento nadie podría encontrarme y eso me hacía sentir mal, estaba siendo egoísta con ella.

Las enfermeras pasaban todo el día con nosotras, solo cuando se iban a dormir es que podíamos quedar solas, pero aun así, no me atrevía a decirle nada. Cada día que pasaba me sentia como un imán cerca de ella, quería evitarla en todo momento, yo ya había dicho mis sentimientos, ya le había dejado claro que quería, no podía seguir presionándola, así que era mejor estar en una distancia prudente.

Cada noche era una rutina diaria para mí, cuando se suponía que debía estar durmiendo, me salía de mi habitación y revisaba cada puerta y ventana, asegurándome que nadie pudiera entrar y volver a pasar lo mismo, me tomaba al menos 45 minutos cada noche hacer lo mismo, Victoria por su lado apenas y salía de la habitación, claro entendía estaba herida de bala y no podía moverse, entonces el hacer eso me aseguraba que tampoco le volviera a pasar nada.

- Mierda...

Mis manos comenzaron a temblar, por ir viendo mis pies tropecé con ella, derramando toda mi agua en su cuerpo, estaba nerviosa.

- Lo.. lo siento - titubeé - Victoria...

Mi mandíbula casi se desencajaba de mi rostro, mis ojos no podía dejar de ver como la tela se adhería a su cuerpo, su blusa blanca casi transparente dejaba ver como el agua fría hacía estragos en sus pechos. Podia ver sus pezones a través de la tela, sentia como mi rostro se calentaba, me golpee mentalmente porque no podía dejar de verla, ella al sentir mi mirada con su brazo intento cubrirse.

- ¿Qué haces despierta?

- Lo siento - dije con toda la pena del mundo - yo no te vi... perdón.

Intente con todas mis fuerzas verla a los ojos, pero la vergüenza y una sensación rara en mi vientre no me dejaron más remedio que huir corriendo a mi habitación. ¿Qué me pasaba? ¿Cómo me atreví a verla así? Solo pensar en eso mi cuerpo reaccionaba erizándose, ¿cómo puedo pensar así? Mentiría si dijera que no quería tocarla, que al estar así la vergüenza no era por como la había visto, la vergüenza era porque si de mi dependiera la viera todo el tiempo de esa manera, hacía que mi sangre hirviera.

- Que calor - susurre.

Mi cuerpo se sentia ansioso, anhelaba volver a salir y ser culpable nuevamente de derramar agua en su cuerpo, quería congelar el tiempo y obsérvala, me sentia como alguien pervertido, ¿Será malo? Sí, claro que si, pero no me importaba, quería volver hacerlo. La adrenalina en mi cuerpo era tanta que sentia como mi cuerpo estaba temblando, como mi labio temblaba y como mis manos hormigueaban por querer abrir la puerta y correr y ver si seguía ahí.

- Lili - su voz a través de la puerta me hizo saltar - ¿te encuentras bien?

No, no me encontraba bien, mi cuerpo estaba ardiendo de una manera que jamás experimente, mi frente sudaba helado y mi vientre tenía un enorme hormigueo, podía sentí como cada segundo mi ropa interior se sentia húmeda. ¿Qué me está pasando?

- Yo... - mi voz salió ronca - yo.. Estoy bien.

Mi corazón iba tan rápido que temía que me diera un ataque. ¿Puede darme un ataque al corazón siendo tan joven? No lo sabía, solo tenía 21 años y sentia como si algo me estuviera calentando el corazón y él quisiera bombardearlo. ¿Qué debía hacer?

- ¿Puedes abrir? - volvió a preguntar - necesito asegurarme que estés bien.

Si abría esa puerta no iba a poder resistir, era demasiado calor en mi cuerpo y la provocante del estado en el que me encontraba era ella.

Justicia (proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora