Lili Anderson

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Ya tenía casi media mañana esperando a la psicóloga, pero no llegaba, me habían dicho que era buena en su trabajo y que me ayudaría a procesar mi trauma, quise preguntar que cuál de todos, pero sentí pena, no quería que supieran que tenía más de uno.

La noche anterior casi no pude dormir, las pesadillas eran más recurrentes, cada vez más atroces y eso me causaba un pánico y ansiedad que me dejaba llorando, no quise decirle a la enfermera que se quedara conmigo que no quería estar sola, así que como siempre yo estaba sola con mis pensamientos y mis miedos.

- Hola - una mujer de mediana edad me hablo.

No le respondí, no porque no quisiera, sino porque su porte y su presencia me intimidaba, era un poco más mayor que Victoria, pero no me daba la confianza que la pelinegra sí. Me limité a verla de reojo, rogando al cielo que en cualquier momento viniera alguien y se la llevara.

- Soy Eva - dijo un poco más suave - soy la psicóloga del hospital.

Asenti.

- Me dijeron que te llamas Lili - sonrió - es bonito nombre, como una flor, ¿sabes por qué estoy aquí?

Asenti.

- ¿No quieres hablar?

Negué.

- De acuerdo - anoto algo en su libreta - me han dicho que te gustan las hamburguesas.

Me encogí de hombros, no la quería aquí conmigo, hacia muchas preguntas.

- Ya veo - siguió anotando - ¿recuerdas a tus padres?

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, mis padres no me querían, no habían ido por mí, apenas los recordaba, me di la vuelta dándole la espalda, no me importaba ser malcriada o caprichosa, no quería hablar con ella.

- Bien, vendré mañana.

Escuche que la enfermera le dijo unas cosas, así que me di la vuelta, necesitaba saber.

- ¿Hoy vendrá Victoria? - susurre.

- ¿Quién es Victoria? - dijo la psicóloga

- La mujer que la trajo - explico la enfermera - al parecer solo con ella habla más.

- Bien - me vio atreves de sus gafas - necesito hablar con Victoria.

Mire impaciente a la enfermera esperando mi respuesta, ella miró a la otra mujer en la sala y esta asintió.

- No, hoy no vendrá - de pronto me sentí aún más triste.

Me di nuevamente la vuelta y me cobijé toda, ¿También me abandono? Claro que sí, quien quería quedarse conmigo. Cerré mis ojos y me dormí.

Sentí el movimiento de mi cuerpo, alguien me estaba levantando, abrí esperanzada mis ojos, pero no, no era a quien yo quería.

- Hora de comer - dijo cerca de mí.

- No quiero 

Me di la vuelta y seguí durmiendo, quería que toda mi tristeza, todo el dolor que tenía se lo llevaran mis sueños, quería dejar de sentirme como una extraña en mi propio cuerpo, nadie podía entender lo que me pasaba y es que ni yo misma podía entenderlo. Para mí, todo lo que pase era normal, «era mi vida» y era todo lo que podía asimilar.

- No ha querido comer - escuché unos murmullos.

- Es por ella - dijo otra persona.

- Debemos llamarla - algo dentro de mi pecho se encendió - es la única manera.

Abrí mis ojos, pero no me moví, no quería que se dieran cuenta de que había escuchado; no tenía explicación del porqué con Victoria, me sentía bien, protegida. Ella había sido mi salvadora, no tenía por qué subirme a su auto y aun así me subió, no le importo no conocerme y justamente eso me hacía sentir bien estando con ella. Pero algo me alarmo, yo ni siquiera me había bañado desde que estaba aquí, me puse de pie dispuesta a ir al baño y bañarme, cuando una máquina comenzó a sonar.

Justicia (proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora