Lili Anderson

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- Déjame - gritaba - por favor.

El hombre gordo de traje blanco se quitaba su máscara, no tenía rostro, no tenía ojos, era solo piel. De pronto la habitación se fue llenando de hombre y mujeres, todos se quitaban la máscara, nadie tenía rostro, mi mundo daba vueltas y vueltas. Caí de rodillas, el suelo blanco y helado.

- Porque la dejaste ir - gritaba - morirás.

Levante mi rostro y ahí estaba la señora que me había ayudado, con las manos en la espalda, hincada, pero jamás dejo de verme, asentía y ¡Pum! Su cuerpo caí con sangre a su costado.

- No - me ahogaba con mi llanto - era a mí, no a ella.

Un hombre se acerca a mí y me puso un espejo en la cara, no tenía nariz, boca, cejas, solo estaban mis ojos, ojos verdes, riéndose de mí, por se una débil. Me levanto del suelo, impidiéndome respirar.

- No - grité con las últimas fuerzas que tenía.

Mi visión estaba nublada, mi brazo dolía, mis oídos ensordecidos y el murmullo de la gente al mi al rededor, me estaba sofocando, no podía respirar, conocía esta sensación, estaba en el exterior, pero ¿dónde? Quise levantarme, pero sentí un pinchazo en mi brazo, haciéndome regresar.

- Tranquila - alguien me hablaba - estás a salvo.

No pude decir nada, mi voz no salía, aún estaba cegada por la luz a mí al rededor.

- Mis ojos queman - dije como pude.

- Bajaré las persianas - me soltó y poco a poco la claridad fue disminuyendo.

Mi vista se aclaró un poco, estaba en un cuarto blanco, con muchas cosas conectadas a mi cuerpo, había personas afuera viéndome como si fuera un bicho raro, el olor era demasiado repugnante, quería vomitar, pero no salía.

- ¿Dónde estoy? - le hable a la mujer de uniforme blanco.

- Estás en el hospital - se acercó a mí y reviso algo en un aparato - ¿recuerdas que paso?

- Yo - negué con la cabeza - ¿quién me trajo?

- Una señora - me sonrió - ella se acaba de ir, pero dijo que volvería más tarde.

- Ok - me di la vuelta.

Me dejé llevar por el sonido que hacían las máquinas, por la oscuridad de la habitación, era más adaptable para mí esta oscuridad, estaba acostumbrada a pasar la mayor parte del tiempo a oscuras.

- ¿Cómo está ella? - esa voz la conozco.

- Se levantó en la mañana alterada - dijo alguien más - le administramos un sedante y ha dormido desde entonces.

- ¿Contactaron a sus familiares? - pregunto.

- Nadie responde - ¿ellos dejaron de buscarme?

- De acuerdo - su voz sonaba más fría.

Empecé a moverme, tenía ganas de orinar, fui abriendo mis ojos y una mujer frente a mí me miraba, sería, sus brazos cruzados y un traje negro a la medida, me sentía pequeña a la par de ella, sus ojos azules me quemaban.

- Quiero usar el baño - mi voz salió pequeña.

- Yo te llevo - dijo la enfermera.

Me levanté, pero el dolor me regreso a la cama, me dolían mis piernas, me dolía las rodillas y me dolía mucho mi vientre, comencé a llorar sin importarme nada, solo quería que el dolor se detuviera.

- Yo la llevo - dijo la señora.

Se acercó a mí y gentilmente me tomo de las piernas y de la espalda suspendiéndome de la cama, me cargaba como si fuera una pluma, no podía levantar mi rostro, me sentía cohibida. Me dejo en el retrete y se dio la vuelta, dándome algo de privacidad. Sin problema pude orinar, estaba acostumbrada a no tener nada de privacidad.

Justicia (proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora