Éramos demasiado amor
para tanta Roma.
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Ya bien decían que a tu lado
era más amor
que ruinas.
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Y, joder, no cabía duda,
que bonito se veía
aquel montón de piedras.
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Qué clase de convicción
habías creado en mí,
para hacer que quisiera
tal desastre.
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Cómo fui capaz de enamorarme
de tantos destrozos.
En qué momento no me importó
formar parte de ellos.
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Cuánta destrucción se encondía
tras aquellos ojos,
aquellos ojos tristes.
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Que no distinguían matices,
ni otro color
que no fuese miedo.
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Por favor,
ínvitame a perderme en ellos,
prometo no salir jamás.
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Postada:
Querida Roma,
déjame llamarte Amor,
porque yo siempre supe
que lo fuiste
antes de que te pusieran del revés.