Una princesa se encontraba en la torre más alta que un montaña, su destino dictaba que un príncipe iría a buscarla y sacarla de ese lugar en donde fue encerrada. Lo que no entendió fue que, con la llegada del primer príncipe, en lugar de sacarla de ahí se quedó a su lado haciéndole compañía en la torre. Dijo:
—Yo no vine a hacerla abandonar su hogar, sino a convertirlo en Nuestro hogar, para pasar tiempo juntos por lo que resta de nuestra vidas, y podamos construir algo hermoso.
Y ambos se quedaron en la torre disfrutando de la presencia del otro, hasta que llegó otro príncipe que desde la planta de la torre le decía:
—Princesa, vengo a rescatarla de la cotidianidad. Si viene conmigo no habrán días iguales. Viajaremos por todo el mundo haciendo del mundo nuestro hogar.
La princesa no sabía qué hacer, pasó días pensando en la propuesta de ambos príncipes con la idea de que, en algún momento, llegaría la respuesta correcta.
Para cuando sentía que había elegido bien uno de ellos se marchó.
—Discúlpeme, pero el tiempo cuando se trata de viajar a veces es importante. Yo esperé suficiente, viajaré por el mundo con o sin usted. —Y se marchó el segundo príncipe dejando un hueco en el corazón de la princesa.
El primero subió para consolarla, le dijo:
—A mí no me importa si me elige, mientras usted sea feliz mi felicidad es garantizada.
Supo la princesa que tendría de compañero a una buena persona. Pero el hueco que dejó el anterior príncipe sería difícil de llenar.