PREFACIO

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En el reino de Valerion, donde las montañas se alzaban cuán guardianes imponentes y en los bosques se susurraban secretos; El miedo chocaba junto con la brisa sobre los cuerpos casi inertes de la muchedumbre. Los clanes habían agotado sus recursos para intentar detener a Orion; aunque sin efecto alguno. La noche caía como un mal presagio, la persecución ya había comenzado, los ombraquix había invadido todo el norte, hasta llegar a la fortaleza de los Nightlight.

― ¡Esto es demasiado Callista! Las fronteras entre el bosque ombraquix y el clan Celestial ya han sido traspasadas― La voz del maestre retumbaba entre las torres de la sombra, no teníamos mucho tiempo, mi sobrino Orion ya había invocado hasta el último ombraquix del libro oscuro.

―No tenemos más opciones, si no lo sello traspasará hasta las fronteras de Nightlight, y esa maldad se esparcirá más allá de nuestro mundo― El nudo en mi garganta se hacía cada vez más grande, tenía que despedirme de mi querida hija y mi querido reino.

―Sí lo haces no habrá vuelta atrás, no sabemos si funcionará y aunque lo haga, ¿Quién asumirá el trono? Si pone las manos sobre la serpiente, no podremos escapar de él nunca jamás, las esperanzas dejarán de existir para todo Valerion.

Sabía a lo que se refería, implantar mis sombras en el cuerpo de Orion era una muerte segura. Pero no podía dejar el caos esparciéndose por mucho más, miles de cuerpos yacían sin vida por los corredores, en la lejanía del bosque, las aldeas e incluso aquí en la torre. Miles de personas inocentes, con sus sombras devoradas.

―Debes mandarla lejos, busca al Maestre Fistery de Nightlight, abre el portal, escóndela, es lo único que podemos hacer por nuestro reino.

Vi a lo lejos como se trasportaba en las sombras Fistery con la única esperanza, y lo único por lo que viví tantos años, habían sido doscientos largos años, aunque parecían muchos menos si lo resumía a este solo momento.

La runa de mi brazo izquierdo ya había comenzado a desprender el álion, destapé mi manga hasta que pude tener todo mi brazo desnudo. Mi cabello se mezclaba con las sombras ahora delante de mí, siete ombraquixs rodeaban mi paso, todos esperando la orden y el momento para poder devorar mis sombras. Debía ser ágil y precisa, un paso en falso y todo estaría perdido. La noche era cada vez más oscura y llena de temores. Se escuchaban gritos a lo lejos de las pobres almas siendo devoradas una por una.

Logre invocar todo mi álion si apenas desprender sombra, estaba segura que Orion no iba a tardar, debía estar aquí, sus ojos debían complacerse de ver por fin caer a quién para él había sido la culpable de esta rebelión.

Y entonces lo escuché, con voz firme y llena de arrogancia.

―Pero que tenemos aquí, querida tía... ¿Ya dejaremos de jugar a las escondidas? ― Su risa hacía eco, no había ni un resquicio de culpa en su mirada ártica.

―Creí que era de tus juegos favoritos― Le intenté provocar, que su atención se centrará en el odio, que su deseo de verme muerta aumentara y asi se dispersara el álion acumulado en mi cuerpo.

―Disfrutaré ver como mis ombraquix devora cada año de sombra de tu cuerpo―. Los ombraquix adelantaron un paso, pacientes, sabían que no podía escapar, aunque lo intentara.

Moví mi cuerpo hacía adelante, para cuando quiso entenderlo ya me encontré justo debajo de él; clavado mis sombras en su sangre.

―Es el fin.

Valerion: Corona de sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora