¿LE TEMES A LA OSCURIDAD?

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Algunas veces en la vida creemos experimentar lo que es realmente el miedo; miedo a ese moustro debajo de la cama que nos inventamos en nuestra mente porque no podíamos dormir, miedo a ser llevado lejos de nuestra familia al ir por primera vez a l...

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Algunas veces en la vida creemos experimentar lo que es realmente el miedo; miedo a ese moustro debajo de la cama que nos inventamos en nuestra mente porque no podíamos dormir, miedo a ser llevado lejos de nuestra familia al ir por primera vez a la escuela, a la vecina que tiene un aspecto extraño, parecido a la de una bruja., A la soledad. Pero nunca, realmente nunca, estamos preparados para sufrir el auténtico terror.

***

Sus palabras me desconcertaron. ¿Álion? De qué diablos estaba hablando este tipo. Su expresión ahora era casi enigmática y su sonrisa torcida hacía juego con sus ojos, una danza tentativa parecía desear atraerme. Pero yo no veía más que un charlatán haciendo juegos de ventrílocuo.

―Te agradezco haber intentado ayudarme con lo de aquel chico, y este truco de hablar sin mover los labios está bastante interesante, pero realmente no ha sido mi día―Solté un largo suspiro y continué― Busca a alguien más.

Me di media vuelta para ya por fin irme a casa, le escribiría a Martha después de llegar, tomaría un baño; seguramente caliente, prendería la laptop y leería un poco. Sí, eso sonaba muy bien.

Oía pequeñas oraciones nuevamente de su voz, pero seguí caminado, esta vez nadie podría retenerme ni un segundo más en este lugar.

La luna se había ocultado entre las nubes grises, el viento soplaba tan fuerte que movía hasta la más pequeña rama de los árboles, aunque con tanta oscuridad no se veía más que sombras danzantes. No existía ningún sonido más, aparte de este viento recio y aquella música electrónica que perdía fuerza con cada paso nuevo que daba.

Caminé un par de manzanas hasta llegar a una a venida central, había llegado hasta la fiesta de Leo en el coche de Martha, así que debía tomar un taxi si deseaba volver a casa sola, realmente me sentía estremecida, no sé si era por estar a solas en esta carretera vacía, o por la sofocación que me producía el pensar en cada uno de los momentos por los que pase esta noche.

Esperé un largo tiempo, parecía que Portland se había convertido un desierto árido, ningún coche transitaba por dicha calle, los tacones tenían a mis pies en juicio de castigo, no soportaba el frio ni las ganas de llorar.

¿Lo sientes, ¿no? El álion... La frase volvía a venir a mí una y otra vez. Nunca me había sentido cómoda al conocer gente nueva, pero él había incrustado el deseo de no cruzarme a otro desconocido en lo que restaba de esta vida mortal. El tiempo trascurría y la esperanza de irme a casa y tomar ese baño se desvanecía; al igual que las horas. ya el reloj marcaba las cuatro en punto de la madrugada, estaba segura que Martha estaba ahogada en la preocupación, sin embargo, ese pensamiento no era suficiente para pedir su ayuda. Me lo reprochaba, el ser así, tan tosca, con esa constante sensación de qué, realmente muy en el fondo, si yo desaparecía no haría mucha diferencia.

Un chirrido fuerte rompió mi burbuja de pensamientos, eché una mirada hacía donde provenía. La penumbra de la noche y la escasa luz de las farolas no me permitía ver más allá de los árboles y botes de basura. A la distancia apenas visible, se podía distinguir una figura sombría. El viento seguía soplado con fuerza, no pude evitar el escalofrió que recorrió mi espalda, esta sensación no era buena.

Mi cuerpo se quedó inmóvil por un momento, mis ojos clavados en aquella figura, estaba petrificada. No podía pensar con claridad, quizá era el miedo infundidos por los programas de asesinos seriales lo que me estaba afectado así, quería creerlo.

Intenté caminar, pero me era difícil, tenía los pies atados al suelo, mi respiración se volvía más agitada con cada intento de levantar mis piernas, como si estuviese en una lucha contra algún tipo de fuerza invisible que me aprisionaba. Finalmente, con un esfuerzo sobrehumano, pude dar un paso tambaleante hacia atrás. Fue entonces cuando aquella figura comenzó a moverse erráticamente hacía mí. El miedo se apoderó de mi mente, intenté retroceder, pero caí al suelo, incapaz de apartar la vista de aquella presencia, contenía la respiración involuntariamente, era como si mis instintos me obligaran hacerme pasar por muerta. Cerré mis ojos en busca de refugio, pero, aun así, podía sentir su presencia acercándose más y más, como una pesadilla que se volvía realidad en la oscuridad de la noche.

De repente, sentí un manto abrazarme el cuerpo, una especie de seda fina que se acomodaba perfectamente a mí. Era como si una fuerza protectora me envolviera, aquél miedo comenzó a ceder ante la sensación de bienestar, pero mis latidos seguían frenéticos, mis manos temblaban, lentamente abrí mis ojos.

Y allí, de pie, se encontraba él, aquel chico de la fiesta, con aquellos ojos verdes brillantes.

Valerion: Corona de sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora