EL PRIMER ENCUENTRO

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Había llovido mucho aquella noche, las gotas rompían en grupos el tejado de la casa, nubes negras se atropellaban entre ellas en el cielo; la oscuridad era algo inevitable

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Había llovido mucho aquella noche, las gotas rompían en grupos el tejado de la casa, nubes negras se atropellaban entre ellas en el cielo; la oscuridad era algo inevitable. Largas oleadas de viento retumbaban contra las paredes, puertas y ventanas, casi queriéndose colar de manera desesperada del exterior. No podía parar de pensar en eso ni el por qué justo siempre se desvanecía el buen tiempo cuando caían las doce de la noche proclamándose el día de mi cumpleaños.

Era dos de septiembre, mis ojos llorosos denotaban el poco descanso que había tenido la noche anterior, grandes bostezadas acompañaban mi caminar de la cama al baño. Me miré al espejo frotándome los ojos hasta que pude ver con claridad, mi cabello lacio negro ya tenía pequeñas capas de nudos, mis ojos azules cubiertos de pequeñas lagañas dispersas hacían juego con mis pequeñas pecas cafés.

¡Feliz cumpleaños a mí!

Me felicité mirándome al espejo por última vez antes de entrar a la ducha, sabía que este también sería un cumpleaños que pasaría sola, me agobio la sensación de autocompasión así que disperse rápidamente los pensamientos, sé que no era adrede, mi madre trabajaba mucho para sostenernos y mi padre era simplemente inestable desde hacía ya un tiempo.

― ¡Seraphina! ― Escuche la voz de mi mamá retumbar por sobre las escaleras.

Me apresure a bajar, quería despedirla antes de que fuera a su turno.

―Seraphina, cariño― Dijo casi llorisqueado―. Ya eres toda una mujer― Sus ojos negros parecían estar llenos de nostálgicos recuerdos, su cabello castaño teñido tristemente de rubio caía sobre sus hombros, y ese viejo uniforme de enfermera que había visto desde que aprendí que mi madre sólo se esforzaba infinitamente por mantenernos de pie. La abracé fuerte impregnándome de ese conocido olor a café mañanero.

―Te quiero mucho― Le dije aún en el abrazo―. Me correspondió el abrazo extendiendo su mano para acariciar mi cabello húmedo aún.

―Tus dieciocho tienen que ser especial, mañana comienzas tu primer día de la universidad, hoy debes celebrar a lo grande―. Exclamó, subiéndome los brazos en unísonos con los de ella y continuó― ¿Space no vendrá? ― Lo tenía que mencionar.

―No, no lo creo― Titubee alejándome hacia la cocina para que se dispersara mis palabras.

―Entiendo―.

Mi madre siempre había sido muy compresiva, así que nunca tuve motivos para ocultarle cualquier circunstancia embarazosa o peligrosa, sin embargo, para esta esto, no había encontrado la ocasión para explicarle que había pasado con Space, ella realmente le había tomado cariño.

La voz de mi madre me volvió a aterrizar en mi realidad lejos de mis pensamientos― Cierto, yo debía entregarte una sorpresa el día de hoy―. Dijo mientras caminaba hacia unos de los estantes principales de la cocina―. Observé con detenimiento de que se trataba, era muy extravagante a la hora de hacerme regalos, y no por lo costosos o grandes, si no, por los peculiares que podían ser, justo en mi cumpleaños pasado había recibido como obsequio un pollito cantarín entrenado para decir ¡Feliz cumpleaños a ti, a ti! ― Sacudí mi cuerpo ante el recuerdo, sabrá cristo cómo habrán podido lograr tal cosa en un animal genuinamente no vocalizante.

Valerion: Corona de sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora