Mis pálpitos se incrementaban con cada paso que daba, recuerdos efímeros golpeaban mi cabeza de aquella noche, sabía que mi expresión ahora exponía el gran terror que sentía; mis dientes apretados y mis nudillos blancos sólo eran una confirmación de que sí, realmente este tipo me producía una gran variedad de miedos internos.
Quizá fuese sido peor, quizá, pensaba. Acaso no fue él también quién corrió hacia mí auxilio cuando perdí los sentidos. Entonces, ¿Acaso era tan malo? Y si no era un monstruo, sino un ángel. Incluso los serafines celestiales que exponía la biblia tenían una descripción terrorífica. Los pensamientos daban vueltas y vueltas, creí que el trago amargo lo estaba pasando, sin embargo, vino cuándo lo vi, sí, pero pasar de largo.
Maldita sea
― ¿Cuál era el terror? ―Martha hacía una mueca, mientras se daba la vuelta para mirarme de frente.
El terror, cierto, a donde se había ido el terror y porqué en cambio tenía esta sensación de abandono.
―Estás equivocada, ― me fuese gustado responderle, sin embargo, había silencio, no existía alguna respuesta llena de ingenio. Solía pasarme a veces, podría librarme de las situaciones tristes o avergonzantes con mi astucia, evitar que la vulnerabilidad pudiese ser tocada, pero algunas, simplemente me dejaban así; en mudez, con una afectación que pocas veces ocurría.
Martha lo entendía, y en vez de lanzar otra pregunta, me sonrió y agarró mi brazo con el suyo, de esa manera en la que el padre lleva a una novia al altar, y continuó con el deliberado sufrimiento por su Mario.
Mi día pasó sin ningún otro inconveniente, no volví a tropezar con Arión, ni siquiera en el campus cuando el director alzaba las deliberadas cualidades de la institución. Había sido al final un día muy frio.
Cruzaba la avenida de regreso a casa, y aunque Martha insistió casi como pastor de iglesia en ir a la fiesta de los nuevos ingresados, mi ánimo lúgubre parecía estar más dispuesto en ir a un velorio. Deliberé sobre esa sensación mientras tomaba un café negro y subía las escaleras, quizá era por esa impresión fría que me producía el entrar a esta casa vacía, o las hojas secas que se escurrían en mis pies de camino aquí, tal vez, ver aquél pájaro negro que se alzó sobre la copa de ese árbol, o él, ― quizás era él.
Entré a mi habitación, las farolas colgantes encima de la cama, me daban la bienvenida con esa luz tenue y amarillenta, casi naranja., libros se apilaban del lado izquierdo en la mesita de noche, la laptop tirada encima de la cama, cubierta con opciones de ropa que nunca elegí, y yo.
Me tiré en la cama llevando mis hombros hacia arriba, hasta tapar mis ojos y di un largo suspiro.
Aún sin levantarme de mi posición de estrella de mar, desbroché mis pantalones y bajé su cierre, la libertad de la opresión de dicho botón se sintió refrescante, así fue, hasta que la opresión volvió en forma de Arión. Me dispersaba los latidos, y aunque sabía que no era amor, casi se sentía la desprotección de un ángel guardián.
―Ese cruceño casi parece marca personal de tu cara, Seraphina, ―la voz ronca invadió el silencio que gobernaba en mi dormitorio.
Me levanté de golpe, sólo para verlo, esos ojos verdes mirándome con diversión.
Mis pálpitos se incrementaban con cada paso que daba, recuerdos efímeros golpeaban mi cabeza de aquella noche, sabía que mi expresión ahora exponía el gran terror que sentía; mis dientes apretados y mis nudillos blancos sólo eran una confirmación de que sí, realmente este tipo me producía una gran variedad de miedos internos.
Quizá fuese sido peor, quizá, pensaba. Acaso no fue él también quién corrió hacia mí auxilio cuando perdí los sentidos. Entonces, ¿Acaso era tan malo? Y si no era un monstruo, sino un ángel. Incluso los serafines celestiales que exponía la biblia tenían una descripción terrorífica. Los pensamientos daban vueltas y vueltas, creí que el trago amargo lo estaba pasando, sin embargo, vino cuándo lo vi, sí, pero pasar de largo.
Maldita sea
― ¿Cuál era el terror? ―Martha hacía una mueca, mientras se daba la vuelta para mirarme de frente.
El terror, cierto, a donde se había ido el terror y porqué en cambio tenía esta sensación de abandono.
―Estás equivocada, ― me fuese gustado responderle, sin embargo, había silencio, no existía alguna respuesta llena de ingenio. Solía pasarme a veces, podría librarme de las situaciones tristes o avergonzantes con mi astucia, evitar que la vulnerabilidad pudiese ser tocada, pero algunas, simplemente me dejaban así; en mudez, con una afectación que pocas veces ocurría.
Martha lo entendía, y en vez de lanzar otra pregunta, me sonrió y agarró mi brazo con el suyo, de esa manera en la que el padre lleva a una novia al altar, y continuó con el deliberado sufrimiento por su Mario.
Mi día pasó sin ningún otro inconveniente, no volví a tropezar con Arión, ni siquiera en el campus cuando el director alzaba las deliberadas cualidades de la institución. Había sido al final un día muy frio.
Cruzaba la avenida de regreso a casa, y aunque Martha insistió casi como pastor de iglesia en ir a la fiesta de los nuevos ingresados, mi ánimo lúgubre parecía estar más dispuesto en ir a un velorio. Deliberé sobre esa sensación mientras tomaba un café negro y subía las escaleras, quizá era por esa impresión fría que me producía el entrar a esta casa vacía, o las hojas secas que se escurrían en mis pies de camino aquí, tal vez, ver aquél pájaro negro que se alzó sobre la copa de ese árbol, o él, ― quizás era él.
Entré a mi habitación, las farolas colgantes encima de la cama, me daban la bienvenida con esa luz tenue y amarillenta, casi naranja., libros se apilaban del lado izquierdo en la mesita de noche, la laptop tirada encima de la cama, cubierta con opciones de ropa que nunca elegí, y yo.
Me tiré en la cama llevando mis hombros hacia arriba, hasta tapar mis ojos y di un largo suspiro.
Aún sin levantarme de mi posición de estrella de mar, desbroché mis pantalones y bajé su cierre, la libertad de la opresión de dicho botón se sintió refrescante, así fue, hasta que la opresión volvió en forma de Arión. Me dispersaba los latidos, y aunque sabía que no era amor, casi se sentía la desprotección de un ángel guardián.
―Ese frucido casi parece marca personal de tu cara, Seraphina, ―la voz ronca invadió el silencio que gobernaba en mi dormitorio.
Me levanté de golpe, sólo para verlo, esos ojos verdes mirándome con diversión.
𝑺𝒊 𝒕𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒂 𝒆𝒔𝒕á 𝒈𝒖𝒔𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐, 𝒅𝒂𝒍𝒆 𝒖𝒏𝒂 ⭐, 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂 🗨️ 𝒚 𝒂𝒈𝒓𝒆𝒈𝒂 𝒂 𝒕𝒖 𝒃𝒊𝒃𝒍𝒊𝒐𝒕𝒆𝒄𝒂 📚. 𝑹𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒕ú 𝒐𝒑𝒊𝒏𝒊ó𝒏 𝒆𝒔 𝒎𝒖𝒚 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂𝒏𝒕𝒆 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒎í 𝒚 𝒎𝒆 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂 𝒂 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒓 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 ♥️
𝑳𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒆, 𝑳𝒊zy
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Valerion: Corona de sombras
Fantasia¿Le temes a la oscuridad? Hay oscuridad incluso en lo profundo de nuestras almas, ¿Cómo podemos escapar de ella entonces? Seraphina sólo es una chica que acaba de comenzar la universidad, pero una serie de sucesos extraños comienzan a ocurrir desde...