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Lily

Observo como mis compañeras de piso van de un lado a otro buscando las llaves del coche que comparten ya que yo no sé conducir. Vanessa se agacha para mirar debajo del sofá y yo levanto mis pies para que no le molesten. Ella al ver la acción me mira con el ceño fruncido desde la altura de mis pies.

-¿No piensas ayudarnos a encontrar las llaves?

-Yo no soy la que va a la fiesta- le respondo con una sonrisa inocente antes de llevarme un puñado de palomitas a la boca.

Ella resopla y se levanta para acomodarse su radiante pelo naranja oscuro.

Ángela entonces aparece de detrás de la isla de la cocina con unas llaves en la mano.

-¡Las tengo!- sonríe hacia Vanessa, que hace una mueca de confusión

-¿Qué hacían las llaves en la cocina?

-No lo sé, pero ya las tenemos y podemos irnos- amplía su sonrisa y me mira- nos vemos mañana, no nos esperes, llegaremos tarde- dice, y a continuación me lanza un beso.

-Adiós preciosas- digo dándoles una sonrisa.

-¿Seguro que no quieres venir? Es nuestro último domingo antes de las obligaciones, ¡emborrachate con nosotras!- añade con una sonrisa que me hace reír.

-Vanessa, ni siquiera tenemos edad legal para beber, además, Dos rubias de pelo en pecho me parece mucho más interesante que vuestra fiesta, pero gracias- digo con una sonrisa.- Solo recordad que mañana tenemos la reunión introductoria al nuevo curso, intentad dormir un poco.

-Uf, ¡ni me lo recuerdes!- dice Vanessa con gesto dramático- no me puedo creer que el verano se haya acabado ya, parece mentira que mañana sea septiembre.- y para añadirle dramatismo se deja caer en los brazos de Ángela, que sonríe divertida.

-Nos vamos ya, ¡disfruta de la peli!

-Adiós, An, adiós Van.

Ángela, Vanessa y yo nos conocimos en el primer año de universidad.

Ángela acababa de llegar de España, y no conseguía encontrar el apartamento que le tocaba. Como yo en su día ya había visitado la residencia, (la cual era un edificio antiguo conformado por apartamentos minúsculos que se proporcionaban de forma individual o compartida a los estudiantes con más pasta o con las mejores notas de los exámenes de preselección a una media hora andando del campus), le ayudé a llegar hasta su apartamento de la residencia, que resultó ser el mismo que el mío.

A ambas nos habían dicho que el piso sería de dos habitaciones, y un despacho.

El apartamento residencial perfecto para dos personas.

Claro, imaginaos la sorpresa que nos llevamos cuando abrimos la puerta y nos encontramos a una pelirroja despatarrada en nuestro sofá viendo Gilmore Girls.

Al principio las tres supusimos que había habido un error con la distribución de habitaciones, pero (de nuevo) nos llevamos una sorpresa cuando nos dijeron que no, que debido a un error informático, al enviar los correos de confirmación residencial, a Ángela y a mí nos habían enviado por error una información incorrecta, y que se les "olvidó" informarnos de ello.

Más tarde nos enteramos que no hubo ningún error, sino que por falta de organización, Vanessa había enviado su solicitud de residencia demasiado tarde como para buscarle un piso individual, y su padre, el director de una empresa importante cuyo nombre nunca recuerdo, había movido unos hilos para proporcionarle a su querida hija una habitación.

Vanessa había sido MUY molesta al principio.

Era una chica de casi 19 años ahora, ya que cumplía en septiembre, que había crecido en Toronto, con absolutamente todo, y por consecuencia había sido la persona más arrogante que había conocido hasta entonces. Ni a Ángela ni a mí nos había caído bien en un principio, pero poco a poco, habíamos ido descubriendo que ella no era así, sino que se mostraba así hacia los desconocidos.

Until the lilies freezeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora