11

14 1 0
                                    



Lily

La cabeza me da vueltas.

Es lo primero que noto cuando me levanto.

La cabeza me duele y el mareo hace que tenga que respirar hondo para no vomitar.

Me incorporo poco a poco todavía respirando profundamente, y cuando abro los ojos no puedo evitar fruncir el ceño.

¿Dónde coño estoy?

Miro a mi alrededor intentando identificar algo que me de una pista de quien es el propietario de esta casa, porque no es la mia, eso desde luego.

Un espejo de cuerpo entero colocado al lado de la puerta de la habitación hace que detenga la mirada.

Madre mia, estoy horrible.

El maquillaje se me ha corrido, dejando marcas negras a los lados de mis ojos, y una marca rosada por el pintalabios que llevaba ayer, y para colmo, el pelo lo tengo enredadisimo. Al ver el vestido que todavía (gracias a Dios, buena señal) no puedo evitar darme cuenta de lo incómoda que es esta prenda. Me levanto y me acerco al espejo para al menos intentar mejorar un poco mi aspecto antes de salir de la habitación y aventurarme en la casa de vete tu a saber quien.

Mientras me paso los dedos por debajo de los ojos intentando eliminar los rastros de rimel, intento recordar como llegué aqui anoche. No me acuerdo. Mis últimos recuerdos son llegar a la fiesta y beber demasiadas margaritas.

Ah, y un chico muy guapo del equipo de baseball que me hizo reir mucho durante el tiempo que estuvimos bailando juntos. ¿A partir de ahí? Borroso.

Gruño por la frustración de no recordar qué pasó y porque el rimel no está haciendo nada más salvo correrse más, y eso hace que mi cabeza palpite aún más.

Un olor a bacon, tortitas y algo más hace que mi estómago vibre me guían hacia la puerta, y antes de que me de cuenta mi mano envuelve el pomo de la puerta, haciendo que la empuje hacia fuera.

Al abrirla el sol que ilumina la sala hace que cierre un momento los ojos. El salon se me hace muy familiar, y paseo la mirada por la habitación hasta que mis ojos se posan en las tres espadas que me saludan.

Tres chicos estan sentados en una barra de cocina abierta, engullendo la comida que huele tan bien, y yo me obligo a arrastrar los pies hasta ahí.

Un cuarto chico corretea en la cocina, moviendo sartenes y cortando fruta, mientras habla con los chicos que comen.

Me aclaro la garganta y la conversación muere, haciendo que los cuatro se giren hacia mi.

La mirada de Chris y Aaron se cruzan con la mia, mientras que un chico pelirrojo me mira con curiosidad. Damon detrás de la barra vuelve a lo suyo, alcanzando un plato de la despensa, que luego deja en un sitio libre entre el pelirrojo y Aaron, haciéndome una miradita para que me siente ahí.

No me muevo.

-Veo que ya te has despertado, ¿qué tal has dormido?

-¿Cómo he llegado aquí?- digo mirando fijamente a Aaron. Ahora que lo pienso, sí que recuerdo haber olido su colonia y haber oido su voz en algún punto de la noche. El estuvo allí.

-Yo te traje, te pasaste con las copas y no te daba la gana de decirme tu dirección, así que supuse que era mejor que durmieras en la habitación de invitados que en el suelo de la fraternidad, ¿no crees?- intenta bromear, pero al ver que mi única reacción es levantar una ceja y cruzar los brazos, se aclara la garganta y se gira hacia Damon, que le da una miradita de cansancio antes de girarse hacia me.

Until the lilies freezeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora