Prólogo

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Los pasos apresurados de un pequeño niño hicieron eco entre el tumulto que se aglomeraba en el mercado del pueblo

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Los pasos apresurados de un pequeño niño hicieron eco entre el tumulto que se aglomeraba en el mercado del pueblo. Sus risas viajaron a través del viento, pero fueron ignoradas por el resto de compradores. Su ropa se hallaba manchada de suciedad, igual que su rostro, el cual presentaba finas líneas de cenizas y mugre. El pequeño omega se quedó de pie en un callejón cuando pudo visualizar que nadie lo perseguía. Sacó de entre su ropa un pequeño caramelo y lo devoró con rapidez, degustando el sabor dulce en su lengua y sonriendo inmensamente por su travesura. Los cambiaformas pasaban de largo, sin detenerse a mirarlo siquiera. Su cabello azabache se mantenía desordenado y cubierto de polvo, lo que causaba cierta picazón en su cuero cabelludo, algo que no podía detener ni siquiera cuando trataba de aliviarla con sus uñas largas. Un suspiro salió de sus labios cuando se dio cuenta de que su momento de diversión había terminado y nadie más reparaba en su presencia.

Arreglando su túnica, miró hacia los costados del callejón y salió de su escondite, dispuesto a caminar en dirección del hogar que compartía con su madre. El camino hacia ese lugar era demasiado largo para su gusto, pero el omega amaba caminar y correr, por lo que nunca significó un problema para él llegar a casa. Siempre iba de un lado a otro, buscando algún dulce que su madre no podía comprarle o haciendo alguna travesura lo suficientemente divertida para causar la furia de los comerciantes. Nadie podía atraparlo nunca, pues su pobre apariencia lograba confundirse con la de otros niños iguales a él. Por esa razón, encontrarlo entre muchos de los niños sin hogar, era una tarea difícil para los mayores.

Taehyung fue saltando y tarareando una de las tantas canciones que había escuchado en su hogar. El lugar era sumamente grande y estaba infestado de muchas personas. Él los consideraba su familia, aunque no compartían lazos de sangre. Desde varias omegas hasta el dueño, un alfa que les daba comida y un techo donde dormir, gracias al trabajo de su madre. Usualmente, el pequeño azabache se escabullía por los callejones para imitar el baile de su madre, quien cada noche otorgaba un número artístico a los invitados de "La Casa Grande", como Taehyung solía llamarle. Siempre iban alfas de diferentes linajes y posiciones a ver bailar a sus "tías" y muchos de ellos se perdían en las habitaciones que siempre estaban vacías.

Ver todo aquello lograba fascinarlo, pues las luces del pequeño escenario y los perfumes artificiales que navegaban por toda la casa relajaban sus sentidos como si estuviera drogado, al punto de que ningún regaño podía interrumpir su momento de paz. Para Taehyung, vivir en esa casa y conocer a esas personas era lo mejor que había pasado en su vida, pues todos eran muy amables con él y sus tías siempre trataban de darle un pedazo de pan.

No obstante, odiaba mucho sentir el aroma de otros alfas en su madre. Odiaba que el jefe le gritara cuando ella no quería ir con uno de aquellos alfas. Odiaba vivir en una situación donde no podía hacer más que observar y embriagarse con los perfumes para olvidar todo. Odiaba seguir siendo un niño que no podía ayudar en nada a su madre. Odiaba vestir esa ropa, pues muchos de los niños del pueblo usaban trajes más limpios que el suyo. A pesar de ser feliz manteniéndose en la ignorancia de un niño de seis años, odiaba no conocer algo más que esa casa y esas condiciones.

Crown ; hopev.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora