Un Nuevo Peligro

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                          Capítulo 2

Luego de disfrutar por largas horas de la placidez del lago Cerulean, Ferald y Alston emprendieron lentamente el camino de regreso a su hogar, atravesando con parsimonia el bosque iluminado ahora por los tonos dorados del atardecer.

Caminaban en un cómodo silencio, sus manos entrelazadas y sus pensamientos aún evocando la perfection del día compartido. La brisa vespertina acariciaba sus rostros, trayendo consigo el dulce perfume de la primavera.

Repentinamente, Alston se detuvo, obligando a su compañero a frenar también sus pasos. Con expresión pensativa, el elfo de cabellos castaños señaló unos luminosos pimpollos blancos que asomaban tímidamente entre el musgo que cubría el tronco de un robusto roble.

-Mira eso, amor. Los primeros brotes de lysblancas del año. Sabes lo especiales que son para mí, traen esperanza de vida nueva.

Ferald sonrió con indulgencia. Amaba esa faceta contemplativa y sensible de Alston.

-Ciertamente son un augurio de belleza por venir. La naturaleza renace pujante -comentó, y besó la frente de su compañero con ternura antes de reanudar la marcha.

Pronto el bosque se tornó más oscuro a medida que el sol descendía en el horizonte. Los robles y hayas centenarias proyectaban sombras cada vez más largas y pobladas sobre el irregular sendero.

Alston se pegó más al costado de Ferald, buscando protección Instintiva ante la creciente oscuridad. Éste lo rodeó firmemente con su brazo, transmitiéndole seguridad.

-No temas, amor. Conozco este bosque como la palma de mi mano, y nunca permitiré que nada te dañe.

-Lo sé, confío en ti completamente -susurró Alston, sintiendo que el miedo se disipaba siempre que estaba junto a su guardián.

Siguieron adelante, apurando levemente el paso. Los cantos de los pájaros habían enmudecido, reemplazados por el ulular lejano de algún búho. Los grillos y las ranas iniciaron su sinfonía nocturna, llenando el aire de sonidos extraños.

De pronto, Ferald se paró en seco, sus sensibles orejas élficas moviéndose hacia todos lados. Le hizo un gesto a Alston para que guardara silencio absoluto. Agudizó el oído, filtrando los ruidos del bosque.

¿Qué ocurría? ¿Que había alterado así los Instintos de su protector? Alston aguardó expectante, conteniendo la respiración.

Luego de largos segundos de concentración, Ferald pareció relajar su postura. Tomó la mano de Alston y retomó la marcha, diciendo en voz baja:

-Falsa alarma, tan sólo detecté a algún animal salvaje merodeando lejos. No representa peligro. Sigamos, ya falta poco para llegar a casa.

Alston asintió, confiando plenamente en el agudo Instinto de Ferald, cultivado por décadas de vivir en comunión con la naturaleza. Pronto las luces de Valle Dorado fueron visibles a lo lejos, indicando que la seguridad del hogar estaba cerca.

La pareja cruzó el último tramo del bosque sumido cada uno en sus pensamientos. Ferald se preguntaba qué criatura podría haberse acercado lo suficiente como para inquietar sus sentidos elficos. Quizás un lobo solitario vagando de cacería nocturna.

Alston, por su parte, meditaba sobre la fugacidad de la vida al contemplar el constante ciclo de muerte y renacimiento en el bosque. Los nuevos brotes en los árboles le recordaban celebrar cada día junto a su amado.

Al fin llegaron a la colina donde yacía su acogedor hogar, aún iluminado tenuemente desde el interior. Subieron los escalones de piedra que conducían al amplio porche, decorado con macetas rebosantes de flores.

La Espada del Rescate (LGBTQ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora