Armonía

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                                Capítulo 1

Los primeros rayos dorados del alba comenzaron a filtrarse lentamente a través de las largas cortinas de gasa blanca que adornaban el ventanal, iluminando gradualmente la amplia y acogedora alcoba donde yacía la feliz pareja de elfos, aún sumidos en un profundo sueño y abrazados con ternura bajo las sábanas de lino.

Ferald fue el primero en despertar, como de costumbre. Parpadeó perezosamente para aclarar su visión mientras se adaptaba a la creciente claridad de la mañana. Luego, tomándose su tiempo, giró con extremo cuidado su cuerpo hacia un costado para poder contemplar a placer el rostro apacible y hermoso de su amado Alston.

Era un ritual matutino que había repetido durante los últimos 50 años, desde que ambos eran dos jóvenes elfos que descubrieron estar predestinados por el hilo rojo del amor. Y la magia de esos instantes nunca disminuía, ni se volvía rutinaria. Para Ferald, cada amanecer era una oportunidad nueva de maravillarse con la suerte que tenía de compartir su vida con Alston.

El otro elfo dormía boca arriba, con sus largas pestañas proyectando delicadas sombras sobre sus tersos pómulos. Sus labios estaban ligeramente curvados en una sonrisa inconsciente, augurio de los dulces sueños que habitarían su mente. Su sedoso cabello castaño claro enmarcaba armoniosamente unas facciones élficas que Ferald encontraba simplemente perfectas.

Incapaz de resistir la tentación, retiró con extremo cuidado un mechón rebelde que cubría parte del sereno rostro de Alston, acariciando apenas su piel en el proceso. Ferald observó fascinado como ese pequeño contacto fue suficiente para agitar casi imperceptiblemente a su compañero.

Alston parpadeó un par de veces hasta que sus extraordinarios ojos verdes, brillantes como esmeraldas pulidas, se abrieron por completo y se conectaron directamente con la mirada gris acero de Ferald. Una sonrisa soñolienta se extendió por su rostro.

Buenos días, mi amor - susurró con voz aún ronca por el sueño.
Buenos días...lamento si te desperté antes de tiempo - respondió Ferald en voz baja.
Sabes que no me molesta en lo más mínimo abandonar un sueño si es para encontrarme con la realidad de tu rostro - dijo el elfo más joven, acurrucándose contra el pecho de su amante y lanzando un suspiro de absoluta dicha.
Permanecieron así varios minutos, abrazados en silencio, simplemente sintiendo la calidez del otro cuerpo y la paz que producía el compás regular de sus respiraciones acompasadas.

Eventualmente, casi a regañadientes, decidieron que ya era hora de empezar el día. Con reticencia se separaron y salieron de entre las suaves sábanas y edredones, estirándose para desperezar sus cuerpos.

La habitación se hallaba ya bañada por completo por la cálida luz dorada del sol de la mañana, que entraba a raudales a través de los grandes ventanales con vista a los exuberantes jardines que rodeaban la casa.

Luego de compartir algunos besos perezosos y juguetones, se dirigieron desnudos al cuarto de baño contiguo para asearse antes de vestirse. Disfrutaban aprovechar esos momentos de intimidad matutina para enjabonarse mutuamente y refrescarse con el agua perfumada por pétalos de flores.

Tras secarse frente a la chimenea, procedieron a vestir sus túnicas veraniegas, livianas y de un blanco inmaculado, ajustándose los cinturones bordados con hilo de plata.

Su hogar, una construcción de troncos y piedra pulida integrada armoniosamente con el paisaje boscoso circundante, constaba de varias estancias distribuidas en un solo piso.

Los interiores eran luminosos, con grandes ventanales enmarcados por cortinas de gasa y extensos tapices tejidos a mano colgando de las paredes. Los muebles eran principalmente de madera clara, combinados con algunas piezas de hierro forjado.

La Espada del Rescate (LGBTQ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora