Capítulo 3
Ferald y Alston cabalgaban a toda velocidad bajo el cielo estrellado, alejándose del Valle Dorado ahora dominado por las siniestras hordas de no-muertos. Los cascos de los caballos retumbaban con fuerza sobre el polvoriento camino, espantando a su paso algunos roedores nocturnos y lechuzas.
Llevaban horas de fuga desesperada, impulsados por el horror de la masacre presenciada. Ferald iba al frente, abriendo camino e instando a su montura a mantener el vertiginoso galope. Detrás lo seguía Alston, echando nerviosas miradas hacia atrás y manteniendo su arco listo para ser empuñado ante cualquier señal de amenaza emergente.
Finalmente, Ferald divisó a lo lejos el contorno de unos riscos y colinas rocosas recortadas contra el cielo oscuro, al costado del sendero. Entre dos de los cerros había una estrecha abertura por donde se filtraba el resplandor trémulo de una fogata, señal de un refugio.
¡Las cuevas de Los Colmillos! Podemos pasar la noche a salvo allí - indicó Ferald.
Alston asintió, el agotamiento comenzando a pesarle luego de la extenuante huida. Se adentraron en la ancha caverna, donde el crepitar de un fuego les dio la bienvenida, indicio de que otros viajeros se habían guarecido también aquella noche.Rápidamente encontraron un rincón algo apartado y se acurrucaron para descansar sobre sus mantas. Alston temblaba, sollozando quedamente por todas las pérdidas sufridas. Ferald intentaba reconfortarlo susurrándole palabras de aliento, acariciando sus cabellos con dulzura hasta que el sueño pudo más y se durmieron de puro cansancio.
Repentinamente, cuando el alba estaba aún lejos, un fuerte estruendo en la entrada de la cueva despertó sobresaltados a la pareja. Ferald desenvainó al instante su espada mientras un desorientado Alston intentaba ubicarse. Cautelosos, se acercaron a la zona iluminada por el fuego.
Allí había varios jinetes desmontando visiblemente agitados y cubiertos de polvo. Hablaban todos a la vez, describiendo escenas de destrucción y muerte en diversos poblados. Por sus ropas y rasgos élficos, provenían de aldeas cercanas a Valle Dorado.
Uno de los recién llegados, de avanzada edad y que parecía ser el líder, reparó en la presencia de Ferald y Alston y se acercó rápidamente. Los examinó de pies a cabeza y preguntó con urgencia:
- ¡Díganme forasteros! ¿Vienen del oeste? ¿Saben algo de la aldea de Valle Dorado?
Ferald y Alston intercambiaron sombrías miradas. Era el momento de compartir su trágica historia y tratar de obtener todas las respuestas posibles. Se sentaron junto al fuego junto a los demás y comenzaron su relato.
Les hablaron de los extraños sucesos, del joven granjero asesinado, de la escalofriante risa en el bosque. Describieron el frenético escape, viendo las primeras columnas de humo sobre el antes pacífico valle, clara señal del despiadado ataque. Sus oyentes escuchaban consternados y cabizbajos.
Cuando terminaron, el anciano puso al tanto a todos de la grave situación. Los no-muertos provenían del reino del temible Lich Varashes, situado más allá de las montañas del norte. Por razones aún desconocidas, sus hordas habían comenzado a expandirse, arrasando todo a su paso sin piedad.
Valle Dorado había sido sólo uno de los muchos poblados atacados. El imparable avance obligó a los escasos supervivientes a dispersarse en pequeños grupos para intentar resistir como fuera posible. La destrucción se esparcía rápidamente cual plaga.
Ferald escuchó la explicación sintiendo un frío en lo más hondo. Tomó la mano de un abatido Alston, quien parecía al borde de derrumbarse nuevamente. Debían ser fuertes. Luego de discutir brevemente sus escasas opciones, acordaron seguir huyendo al amanecer.
ESTÁS LEYENDO
La Espada del Rescate (LGBTQ)
Fantastik"Adéntrate en un mundo de fantasía donde el amor y la aventura se entrelazan de manera mágica. Ferald y Alston, dos jóvenes elfos que comparten un amor puro y profundo, viven en el apacible reino de Lumière. Pero su idílica vida se ve amenazada cuan...