La lluvia torrencial caía fuertemente sobre su rostro, el lodo cubría sus finas botas, definitivamente habían conocido tiempos mejores, sus labios estaban morados y ya comenzaba a tiritar.
Hace una hora estaba en la comodidad de su carruaje, todo seguiría un poco mejor para él si la lluvia no hubiera iniciado y su carruaje no hubiera quedado atrapado en el fangoso barro.
Soltó un suspiro gélido, fijó su vista alrededor y se dio cuenta que no era el único en una condición precaria, estaba seguro que más de uno iba a terminar en cama por el resfriado que se avecinaba.
Miró a lo lejos, aún no se podía ver la pequeña ciudad de Filem, y podría jurar que todavía quedaba un buen tramo.
Otro suspiro, pero esta vez no era él, levantó su mirada y era uno de los guardias. Los guardias reales iban encorvados sobre sus caballos, mientras que otros pocos, como él, iban caminando.
Hizo una mueca de dolor, si se concentraba podía contar las ampollas de sus pies, cinco en cada pie, bueno, no estaba seguro, sus talones dolían, y sus rodillas pedían auxilio. Tal vez parezca una situación de explotación extrema, pero en esos momentos era la única forma, todos ellos esforzándose para llevar sanos y salvos a la familia real a la ciudad más cercana.
La única que parecía imperturbable era la pequeña anciana a su costado, se cruzaron con ella en medio del camino antes que el caos comenzara. Ahora los acompañaba en su travesía sin razón alguna. La anciana había pedido un poco de agua, y la amable reina se lo obsequió, cuando hubo bebido, los cielos se oscurecieron, parecía una mala coincidencia. Entonces la lluvia empezó, y la reina ya enferma, empeoró drásticamente, casi al borde de la muerte.
Fueron diez minutos de puro caos, todos con los nervios de punta con miedo que nuestra reina falleciera hasta que el rey levantó la voz, ordenó que fuéramos lo más rápido posible a la ciudad más cercana (no tan cercana), una tarea muy difícil ya que el lodo del sendero parecía tragarse las ruedas del carruaje, motivo por el que tuvo que abandonar el suyo, luego de quedar atrapado.
El viento soplaba fuerte y las hojas de los árboles volaban como una bandada de aves. Un fuerte rayo cayó en un pino cerca de ellos, todos dieron un salto del susto, mientras el árbol comenzó a arder. Los caballos se inquietaron, comenzaron a relinchar y patalear. Los guardias trataron de tranquilizarlos.
"Lo que nos faltaba" murmuró.
El rey abrió la puerta del carruaje. "¿Qué ha pasado Osack? ¿Qué es ese ruido, por qué hemos parado?"
El fiel mayordomo se acercó rápidamente, "lo siento su majestad, un rayo ha caído y los caballos están inquietos por el fuego", Osack pudo observar los ojos enrojecidos del rey (tal vez por su llanto) y a la reina desmayada sobre su regazo, pálida.
El rey suspiró y antes de que él pudiera decir algo, apareció la anciana al costado de Osack.
"Es hora" el rey y mayordomo se vieron a los ojos.
"¿Tú quién eres?" demandó su gracia. Saliendo de la calesa.
"He sabido que me ha buscado en Barkto hijo de Febo, lamento mi ausencia, hubo cosas por las que tenía que prepararme pero estoy aquí".
"¿Eres Cob?", la anciana asintió. "Tengo muchas preguntas que hacerle, el embarazo... el bebé-".
"Tengo que intervenir a su esposa o morirá" el rey quedó petrificado con esas palabras. "El tiempo te dará entendimiento".
"Alexander... Alexander"
El rey dirigió su mirada al carruaje donde la reina quejaba.
"Tiene solo ocho meses..."
"Tienes que dejar que el bebé nazca ahora". Repitió la anciana. Osack pudo ver como los hombros del rey se tensionaban.
Silencio.
"Hazlo".
La anciana asintió y entró al carruaje.
Pasaron algunos minutos, el rey dio una fugaz mirada a su alrededor y vio a los soldados empapados y sucios tratando de controlar a los enormes equinos de raza pura. "Lo siento" murmuró.
"Está bien su majestad, nosotros comprendemos la situación". El rey apretó los puños y otra vez se perdió en sus pensamientos. Osack no podía imaginar el dolor por el que estaba pasando su majestad y la desesperación que sentía para dejar en manos de una desconocida la vida de sus más grandes tesoros.
Cinco minutos... diez minutos, veinte minutos... los caballos estaban tranquilos y la lluvia disipó el fuego.
... treinta minutos... Osack estaba seguro que pronto los pasos del rey cavarían una zanja de las vueltas que dio en el mismo lugar.
... una hora, otros quince minutos y...
El llanto de un bebé rompió el silencio. Todo el mundo se paralizó. Su majestad rápidamente se acercó a la calesa esperando que se abriera la puerta.
Eso no pasó.
Dos minutos. El llanto del bebé seguía vigoroso, "¡Cob abre la puerta quiero ver a mi hijo!" nadie respondió.
Entonces el rey llamó a tres guardias y juntos comenzaron a romper la puerta del carruaje lo antes posible. Cuando al fin se logró. El rey entro rápidamente, él también se acercó, y estiró un poco el cuello para ver sobre el hombro del rey, lo único que vio Osack fue al rey cargando a un pequeño bebé desnudo y un papel dorado muy brillante en una de sus manos. Mientras que al lado observó a la reina aún inconsciente, su respiración lenta. No había nadie más.
Todos parecían estar bien.
El rey se mantuvo quieto y en silencio por un momento, observando.
"Es una linda niña", dijo al fin.
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Bueno, aquí les dejo fotos de cómo se verían Lisa y Jennie
Lisa de Axemor
Jennie de Zedora
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El destino de la reina (Jenlisa)
FanfictionLisa, la reina de Axemor, y la princesa Jennie de Zedora se ven envueltas en una historia de amor y descubrimiento, pero ninguna puede imaginarse lo que las acecha en las sombras.