Osack y Glorian recibieron a la recién matrimoniada pareja ante las puertas del gran salón. Ambos eran los jefes de la real servidumbre, el mayordomo y la ama de llaves, respectivamente. Glorian hacía lo más que podía por contener su felicidad, los ojos le brillaban con lágrimas no derramadas, y Osack sonreía de oreja a oreja.
"Fue una ceremonia maravillosa, su majestad", le dijo Glorian a Lisa. Ella y Osack habían asistido a la mayor parte del servicio y habían corrido de vuelta al castillo para recibir a la real pareja. "¡Oh, si tan solo el Rey y la Reina la hubieran visto! Su padre hubiera estado tan orgulloso".
Lisa le dedicó una estrecha sonrisa y asintió. Su mano aferró la empuñadura de la vieja espada de su padre, cuidadosa de no permitir que notaran su melancolía.
El ama de llaves se giró hacia Jennie y la envolvió en un abrazo. "Oh cariño", le susurró, echándola para atrás para tomarle las mejillas entre las manos. "¡Es su majestad, ahora! ¡Y mírese! Cómo ha crecido para ser una bella dama y novia. La extrañamos mucho".
Jennie se sonrió y le devolvió el abrazo. Glorian siempre había sido su sirviente preferida en las ocasiones en las que visitaba Axemor, colándole golosinas de chocolate y manteniendo sus fechorías en secreto, incluso cuando hacía el desastre suficiente como para garantizarle unas nalgadas reales cuando era niña. Jennie estaba segura que Glorian había sido la única razón por la cual su trasero no había terminado curtido debido a sus aficiones nada propias para tratarse de la princesa de Zedora, y muchas veces bien que se había merecido las reprimendas.
"Es maravilloso verte también, Glorian".
Osack las reverenció profundamente. "Sus majestades", les soltó, todavía sonriendo. "Lamento mucho interrumpirlas, pero el itinerario del día está bastante ocupado".
"Tienes que cambiarte el vestido", le explicó Lisa, cuidadosa de no posar su mirada en el escote de Jennie más de la cuenta. La boca se le secó de pronto al recordar cómo se había sentido tenerla entre sus brazos, sentada sobre su regazo. Continuó hablando con tono brusco para ocultar el repentino calor que se apoderaba de ella. "Encontrarás que otro vestido ha sido preparado para la recepción de esta noche. Glorian te llevará".
Lisa miró cómo el ama de llaves conducía a Jennie y ambas se alejaban. Cuando alcanzaron el umbral, la princesa miró hacia atrás y le dedicó una pequeña sonrisa por sobre su hombro. Lisa no confiaba en sí misma como para no hacer algo estúpido, así que le respondió con una inclinación de cabeza y entonces la castaña desapareció.
"Su majestad, usted tiene su propio cambio de vestuario también", le recordó Osack. El sirviente observaba a la Reina con velada curiosidad. La notaba tensa y había captado la manera en la que seguía aferrándose a la espada ceremonial como si se tratara de un ancla, el guante se le estiraba sobre sus nudillos.
"¿Ha decidido si prefiere el traje o el vestido para la recepción?"
"¿Su majestad?" Le puntualizó cuando ella no reaccionó.
Lisa finalmente se giró hacia el mayordomo. "Debo usar el traje" le respondió. "Tengo que bailar con ella, ¿no es así?"
El mayordomo parpadeó. La Reina sonaba afligida por ello, lo cual le resultó extraño debido a la cantidad de esfuerzo que sabía la Reina había puesto personalmente en la planeación de la boda; su majestad había decidido todo desde el principio hasta el final, incluido el baile. Osack también había presenciado de primera mano las semanas que la Reina había pasado reaprendiendo cada vals popular en el salón de fiestas en el rol masculino con el maestro de etiqueta. ¿Serán nervios por la actuación? Se preguntó Osack.
"Si, su majestad", le afirmó.
Los hombros de Lisa cayeron. "Iré a cambiarme, entonces".
Osack observó a la monarca abandonar el vestíbulo con el ceño fruncido.
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El destino de la reina (Jenlisa)
Hayran KurguLisa, la reina de Axemor, y la princesa Jennie de Zedora se ven envueltas en una historia de amor y descubrimiento, pero ninguna puede imaginarse lo que las acecha en las sombras.