...
El invierno había comenzado. El frío clima contrastaba con la forma en la que se sentía. No era tan tarde, pero toda la ciudad estaba a oscuras debido a la estación, las noches eran más largas y los días más cortos. Lisa miraba a través de la ventana de su oficina. Los copos de nieve caían libremente, pintando a Waimor de un blanco prístino. Solo había una vela encendida, dándole un toque lúgubre, la luz titilante, hacía que pudiera ver su reflejo levemente en el cristal.
Escuchó la puerta abrirse pero ella no se giró, sabía quién era por el perfume que inundó sus fosas nasales.
"Te traje chocolate caliente para el frío, sé que lo amas". Dijo la mujer con una voz suave.
"Estoy bien, estoy acostumbrada al frío", respondió. Escuchó un resoplido en protesta. Sabía que no era la persona más fácil con la que tratar en esos momentos. La reina al fin giró a verla. Apenas podía distinguirla, su rostro levemente incandescente debido a que daba la espalda a la luz de la vela. Le daba un toque misterioso. La condesa se acercó, envolviéndola en sus brazos. Lisa se dejó ser. Su cercanía le generaba cierta paz a la reina, por lo que se regocijó con el contacto.
"Todo estará bien, estaré aquí para ti, mi amor".
...
Jennie estaba paseando. Probablemente estaba dejando una buena marca en la alfombra con lo mucho que había estado dando vueltas. Los ojos se le clavaban constantemente en el reloj que marcaba la hora en el rincón, como si le fuera a servir de algo ver el objeto en lugar de recordarle lo mucho que se la había pasado ahí. Miraba ceñudamente la puerta contigua a los aposentos de la reina y el rey, aplacaba el impulso de golpetear con su pie, y regresaba a pasear como un animal enjaulado antes de repetir todo el ritual nuevamente.
Se estaba sintiendo ansiosa. Ansiosa por Lisa. Había visto el semblante de su esposa durante la cena: La cara de Lisa había estado de ser posible, más pálida que de costumbre y la había visto notablemente distraída. Jennie había querido tocarla, quizá tratar de calmarla, pero su esposa había estado tan tensa, que Jennie pensó que de haberlo intentado podría haber partido a la reina en dos, y por supuesto, Lisa no había comido lo suficiente en la cena, con lo cual Jennie no pudo hacer nada; difícilmente podría haberse puesto a patearla bajo la mesa por eso.
Jennie suspiró y se frotó los cansados ojos. Era casi medianoche y estaba esperando por el sonido de la puerta de la recámara del rey abriéndose. Se repetía a sí misma que lo hacía porque se preocupaba por Lisa y que no era por tomar ventaja del tecnicismo del significado "mañana" para sacarle a Lisa en ese momento todo lo que le hubiera estado ocultando hasta ese momento.
No, ella sólo estaba preocupada por Lisa. En verdad lo estaba. Y Lisa se había ido por horas, ¿por qué no había regresado? Entonces se le ocurrió que Lisa seguramente habría estado excediéndose testarudamente con su trabajo nuevamente en lugar de estarse tomando su merecido y necesitado descanso, lo cual le enviaba un chorro de justificado enojo hasta su pecho porque ¿acaso Lisa no se había visto en el espejo? Comida y descanso era lo que necesitaba su esposa y no estar despierta hasta las tantas, leyendo estúpidos documentos mercantiles o estarse preocupando por el color de... lo que fuera. ¿Y a quién le importaba eso de todos modos? ¿No podía Lisa delegar tareas así como lo había hecho con O'Brien y los caballos? Tal era la línea de pensamientos que cruzaban por la mente de Jennie cuando se precipitó a su armario para sacar una túnica de noche que se colocó sobre el vestido azul que había usado durante la cena y que no se había quitado desde entonces. (Por haber estado esperando a Lisa, maldita sea, aquello era culpa suya también).
De noche, el castillo era oscuro e incluso más frío que lo que ya era habitualmente, así que Jennie se encontró dando de tumbos por el corredor, envuelta en su bata de noche, sosteniendo una vela encendida para iluminarle los pasos y luchando por ignorar las inconvenientes recopilaciones de las historias de los fantasmas que supuestamente rondaban en sitios así. Ya estaba muy grande para ese tipo de cuentos, pensó Jennie testarudamente. Solo algunos de los apliques de las paredes estaban todavía encendidos y las armaduras vacías que hacían de centinelas no se veían tan amistosas entre las sombras. Resultaba muy sencillo imaginar ojos observándola desde dentro de esos yelmos, o miradas fantasmales a su espalda desde arriba o por detrás. Los escalofríos le pusieron la piel de gallina y su corazón se estremeció, pero Jennie hizo aplomo de su valor y se obligó a seguir adelante hasta que llegó al estudio de Lisa.
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El destino de la reina (Jenlisa)
FanfictionLisa, la reina de Axemor, y la princesa Jennie de Zedora se ven envueltas en una historia de amor y descubrimiento, pero ninguna puede imaginarse lo que las acecha en las sombras.