Goliat: Esto es una advertencia, recuerden que la historia está ambientado en una época antigua y contiene ideas y pensamientos anticuados.
...
Jennie seguía mirando a sus caballeros.
Las piezas de ajedrez habían sido finamente labradas e importadas desde Italia. Ella lo sabía porque el tío Alexander le había regalado el set a Lisa como un regalo de cumpleaños y Jennie había estado presente para la ocasión. Recordaba la expresión de sorpresa de Lisa ante el hermoso obsequio y cómo su rostro se le había iluminado cuando tocó reverente cada pieza como si ya se trataran de reliquias familiares. Lisa había cumplido once años y Jennie tenía ocho.
No fue hasta más tarde, cuando el tío Alexander se había llevado el tablero y las piezas para jugar con Lisa en un rincón, que Jennie le preguntó quedamente a su padre, el rey Estefan, por qué Lisa podría necesitar otro set de ajedrez. Después de todo, Lisa ya tenía uno hecho de caoba y era bastante lindo. A lo que su padre le había contestado que ese set se había deteriorado por el uso.
Lisa nunca volvió a usar el set de madera; toda subsecuente partida de ajedrez se realizó con el set de mármol, así que Jennie estaba bastante familiarizada con él, pero aun así se sintió vagamente estúpida por no percatarse antes que Lisa nunca le quitaba sus caballeros. Al principio, probablemente antes que Lisa tomara su dulce y loco voto de no robarle los preciosos caballos que Jennie amaba tanto, Jennie se consideraba triunfante si sobrevivía un juego sin perderlos –ella ni siquiera intentaba salvarlos a ambos, con uno le bastaba. Jennie sabía que no podía derrotar a Lisa; la pura idea de ganarle resultaba más que quijotesca. Así que se enfocaba en lo que podía lograr, lo cual era, preservar su pieza favorita.
Y entonces Lisa había decidido no tomarlas, simplemente porque eso la entristecía. Jennie deseó haberlo sabido, aunque no estaba muy segura sobre lo que hubiera hecho con ese conocimiento. Y Lisa siempre la derrotaba tan rápido, destrozando el lado de Jennie con la velocidad de un ejecutor; pero al mismo tiempo la joven Jennie siempre se sentía aliviada de que terminara con un entusiasmo que urgía a Lisa a liberarse de sus lecciones del día para entonces jugar.
Era tan romántico. Tan estúpidamente romántico. ¿Quién necesitaba que le mataran un dragón cuando se tenía a una princesa –bueno, reina, ahora –haciendo semejantes gestos? Dudaba que aquello tuviera un significado romántico porque Lisa lo había hecho de niña y probablemente solo por tenerle un poco de compasión.
Pero aun así Jennie se sintió muy conmovida, por lo que no le molestó mucho que Lisa se estuviera dejando ganar en su partida actual. Ambas sabían que Jennie era terrible con el ajedrez y finalmente había confrontado a Lisa por eso.
Lisa le ofreció terminar el juego con unos cuantos movimientos.
"Muéstrame" le había dicho Jennie, extendiendo la mano para encontrarse con la de Lisa.
La mano de Lisa cubrió la suya. Una palma enguantada se deslizó sobre el dorso de la mano de Jennie, rozando sus nudillos. Ciertamente ya no era una mano infantil; los dedos de Lisa eran más largos que los de la castaña, pero aun así delgados. La mano de Lisa la aferraba guiándola a una pieza, y con el más ligero toque, sus dedos apenas enredándose, urgieron a Jennie para levantar su alfil blanco. La joven podía percibir el calor de Lisa y su presencia se le coló a los huesos como la reverberación de la música de un vals.
Jennie intentó concentrarse en la voz de Lisa quién le explicaba su estrategia. Jennie prefería lo que era tangible y estaba en el presente, como la sensación de su silla de montar debajo suyo y el sol en su rostro; ella nunca había sido capaz de considerar abstractas estrategias o de anticiparse a las tácticas de un oponente, pero podía admirar la habilidad de Lisa para pensar así y como parecía que su mente siempre estaba funcionando y adaptándose a las lecciones que le había inculcado el tío Alexander.
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El destino de la reina (Jenlisa)
FanficLisa, la reina de Axemor, y la princesa Jennie de Zedora se ven envueltas en una historia de amor y descubrimiento, pero ninguna puede imaginarse lo que las acecha en las sombras.